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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Que aislamiento?

QUE ALGO sea previsible, por habitual, no lo convierte en normal. No lo es que el nuevo alcalde de Mondragón, del PNV, tenga que salir del Ayuntamiento por la puerta de atrás con el resto de los concejales que le han otorgado su confianza mientras que el edil destituido, de HB, puede hacerlo por la entrada principal entre los vítores de sus seguidores; tampoco es normal que el pleno en que se plasmaba el acuerdo de destitución del alcalde anterior se celebrase en medio de incesantes gritos en favor de ETA y de insultos contra los corporativos que apoyaron la moción de censura, ni que se agrediera a un informador gráfico que cubría la manifestación, del mismo tenor, celebrada tras el pleno. Aparte de esto, la votación se desarrolló en los términos previstos, lo que significa que no hubo, como ocurriera en 1991 y 1995, abstenciones amparadas en el voto secreto que favorecieran al candidato de HB, cuyo apoyo se limitaba a 6 de los 21 concejales.La votación viene a reparar, por tanto, una anomalía mantenida durante años. Y supone también, la plasmación del acuerdo adoptado por los partidos democráticos tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco de no colaborar con HB en ningún terreno. La abstención de los dos concejales de Izquierda Unida no significa que esa formación apoye a HB -qué más quisieran los Aoiz y compañía-, pero las explicaciones dadas tanto por los dirigentes locales como por el propio Anguita hacen sospechar que tal vez no han entendido el significado de la iniciativa de la Mesa de Ajuria Enea. Han justificado su abstención por su desacuerdo con el programa del candidato del PNV, precisando que, pese a ello, si sus votos hubieran sido imprescindibles, hubieran votado al candidato del PNV.

De lo que se trataba era de escenificar ante los ciudadanos que, con independencia de la ideología concreta o los programas de cada partido, los demócratas trazaban una raya entre ellos y aquellos a los que la declaración de Ajuria Enea consideraba expresamente "cómplices" de los asesinos del concejal de Ermua. Por tanto, se trataba de sumar el máximo posible de fuerzas para llevar a la práctica ese mandato de desalojar de las alcaldías a los ediles de HB. El voto de IU en favor de ese objetivo no hubiera implicado el compromiso de respaldar luego la política municipal del nuevo equipo gobernante.

Ese mandato de unidad es uno de los mensajes principales que se desprenden de las movilizaciones que siguieron al crimen: que frente a ETA y sus cómplices deben pasar a segundo plano las diferencias existentes entre los diversos partidos democráticos -entre nacionalistas y no nacionalistas, conservadores y progresistas, etcétera- para hacer causa común en defensa de los valores compartidos por todos ellos.

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Han surgido dudas, sin embargo, sobre si esa actitud de unidad y firmeza frente a HB debe limitarse al aislamiento político o extenderse a las relaciones privadas. Desde luego, no es lo mismo votar contra un alcalde de HB que retirar la palabra a un hermano o un vecino. Pero uno de los motivos de que las cosas hayan llegado a estar tan mal en Euskadi ha sido lo barato que a ese mundo le sale cooperar con la estrategia de intimidación de ETA. Por ello, tal vez no haya que retirarles la palabra, pero sí comenzar a decirles la verdad: para empezar, que no es posible, como dicen muchos de ellos, ser a la vez votante de HB y contrario al derramamiento de sangre; pues nadie puede ignorar que, de todas formas, ETA va a interpretar sus votos como un respaldo a su es trategia de imposición por la violencia.

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