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Tribuna
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En todas las aventuras

Para nuestra generación -ya tan deteriorada- Ricardo fue, junto a Alfredo Matas, uno de los grandes movilizadores del cine español en su cambio fundamental durante los años cincuenta. Si a Alfredo lo bautizamos como El Zar, Ricardo podría ser la encarnación y símbolo de la Intelligentsia, que él mismo, junto a Bardem, convirtieron en teoría y práctica, en dialéctica aplicada tras las llamadas Conversaciones de Salamanca. No ha habido ningún movimiento en nuestro cine, estético o ideológico, en el que Ricardo no haya participado con su capacidad para organizar congregaciones de adictos. No sólo en Madrid, con la nueva forma de plantear el oficio frente a la industria (a estas alturas, tal vez pienso que equivocadamente), sino también en Cataluña, en plena fulguración del cine de Tuset Street, del esplendor de la gauche divine y su famosa escuela de Barcelona, Ricardo estuvo en todas las aventuras. Desde Buñuel a Bardem, todos los directores que quisimos contar lo que veíamos, fuimos sus colaboradores. Extrañamente, también sus amigos. En ese aspecto, más de 50 años de afecto han ido acompañados, tal vez por ser los dos valencianos, de un constante duelo de sarcasmos mutuos que escandalizaban o divertían a la gente de nuestro entorno. Aunque él solía ganar casi siempre con su ingenio agudo y más veloz que mi incertidumbre.Como siempre muestra, un pequeño lance me viene a la memoria. Aquel día en el que siendo mi ayudante en El verdugo decidió hacer uso de la autoridad y me expulsó de la película.

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Muere en Valencia Ricardo Muñoz Suay

Yo ya no sé lo que pinto en este cine de espléndidos jóvenes. Sin Alfredo y Ricardo ya no me queda ni siquiera la posibilidad de acudir a un café Gijón donde puedan resucitar brillantes espíritus virtuales.

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