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Ostracismo

Enrique Gil Calvo

Cuando el curso político se despide, conviene reflexionar algo más sobre su punto de inflexión culminante: la catarsis causada por el asesinato de Miguel Ángel Blanco. La movilización ciudadana ha demostrado que el carisma del mártir es mucho más poderoso (que el de la eficacia bélica en que se basa la estrategia terrorista. Por eso es probable que ahora ETA busque provocar algún mártir propio con el que volver a recuperar los restos de su menguante apoyo social; y es de esperar que fracase, dado el exquisito cuidado que, sin duda, pondrán las autoridades democráticas para evitarlo. Pero, en todo caso, los efectos del 12-J son ya irreversibles, determinando un auténtico giro copernicano que impone un inequívoco mandato popular: el de privar a HB de su restante apoyo social, reduciéndolo al ostracismo.Se trata de aislar a los simpatizantes del terrorismo, evitando todo contacto con ellos hasta que no rectifiquen renunciando a su desprecio por los derechos ajenos. Por eso, el ostracismo ha de ser sobre todo civil, afectando en particular a los votantes de Herri Batasuna: no hay que volver a reconocerlos y tratarlos como a seres humanos (amigos, parientes o vecinos) hasta que su recíproco reconocimiento de los derechos de sus semejantes no les haga dignos de ser tratados como personas de nuevo. Pero el ostracismo ha de ser también institucional y político. Hay que cortar todos los contactos formales o informales con el tejido asociativo que ha proliferado como una letal metástasis desde el magma de KAS, incluyendo aquí no sólo a las organizaciones formales y a los movimientos sociales (partidos, sindicatos, etcétera), sino a todo el resto del tejido comunitario: asociaciones voluntarias, clubes deportivos, sociedades gastronómicas, hermandades recreativas. Incluso sus votantes deben ser públicamente ex comulgados, pues si quien aborta es expulsado de la comunidad cristiana, ¿cómo no ha de serle, quien vota a ETA, confesando así su complicidad criminal? Afortunadamente, este mensaje de ostracismo ya ha sido hecho suyo por los partidos democráticos, empezando por el nacionalismo vasco que lidera la vertebración moral del tejido comunitario. Pero ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto tardará en rutinizarse este vendaval de carismática denuncia? ¿Cuánto tardará en volver a surtir sus insidiosos efectos la guerra psicológica en que los etarras son consumados maestros? Por eso, para cuando llegue el momento en que el recuerdo de estos días- se desgaste hay que estar preparados para que no por ello la voluntad de ostracismo decaiga, decline o se olvide. Y a fin de evitarlo, hay que dotar de funciones a la Mesa de Ajuria Enea para que diseñe un programa específico ole guerra contrapsicológica, provisto de suficientes recursos concretos encaminados a la búsqueda de un solo objetivo estratégico: reducir al ostracismo a los violentos.

En particular hay que prevenir el peor peligro de todos: y es que el cálculo electoral o político aconseje a los partidos deponer u olvidar su voluntad de reducir a KAS al ostracismo. Hoy el PNV, EA e IU creen conveniente para sus intereses desmarcarse por completo del mundo de HB, al que consideran un apestado para los electores actuales. Pero ¿qué sucederá en adelante, cuando crezca la indecisión de los votantes? De ahí la importancia decisiva del papel del Gobierno, cuya estrategia antiterrorista ha brillado hasta ahora por su ausencia. Y todo porque sus concesiones para alcanzar el pacto del cupo y el concierto vascos se hicieron sólo a cambio de apoyo del PNV a la guerra del fútbol digital. Eso impidió que se condicionase la aprobación del cupo y el concierto al previo apoyo del PNV al relanzamiento de la Mesa de Ajuria Enea. Y como no se hizo así, el PNV, con el cupo y el concierto en el bolsillo, se sintió con las manos libres para aproximarse a HB en la Comisión de Derechos Humanos. Ésta es la clase de operaciones que eran posibles antes, pero que ya no debieran serlo después. Nunca más, o el 12 ole julio habrá sucedido en vano.

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