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Crítica:XXXII FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Infinito arte

Charlie Parker decía: "Sal y toca". Sentencia tan escueta y llana como difícil de cumplir, ha sido después malinterpretada y hasta tergiversada por ciertos músicos de alta ambición intelectual, pero dudoso talento emocional.El extraordinario trompetista Nicholas Payton (de 23 años), tiene un corazón tan grande que se puede permitir el lujo de seguirla al pie de la letra. Sabe que nacer músico de jazz en Nueva Orleans otorga la ventaja del ilustre linaje, pero obliga a convivir con un pasado glorioso, cargado de nombres, legendarios, y se aplica a honrar su memoria con entusiasta determinación y apasionada sinceridad.

Ya desde su primera, intervención, se supo que se iba a escuchar a un fenómeno que tardará mucho tiempo en repetirse, a un verdadero coloso de infinita bondad artística, incapaz de entregar un solo compás rutinario y siempre dispuesto a ir mil pasos más allá de la mera corrección. Su trompeta está enseñada a ir al grano, sin disimular su naturaleza ni doblegar su propósito.

Danilo Pérez / Nicholas Payton & The Gumbo Nouveau Band

Milt Jackson & Hank Jones All Star QuartetSalón de Plenos del Ayuntamiento y plaza de la Trinidad. San Sebastián, 25 de julio.

En la segunda jornada del festival donostiarra, dispensó un trato áspero y jubiloso al Wild man blues, de Jelly Roll Morton y arrulló otro clásico, These foolish things, con ternura de baladista consumado. Por su parte, el saxofonista Jesse Davis, fiel a su raíz parkeriana, cumplió a la perfección su. misión de segundo metal de lujo, y la sección rítmica aprovechó sus momentos de protagonismo para demostrar que funciona de maravilla como célula sonora autónoma, aunque se identifique plenamente con el proyecto de su director. El concierto del quinteto de Payton se hizo corto, porque tan aplicados y, respetuosos alumnos debían ceder cortesmente el paso a los maestros, de los que quieren seguir aprendiendo.

Hank Jones y Milt Jackson tienen dos apellidos corrientes, pero dos sensibilidades únicas. Dentro de la generación de pianistas formados en la escuela del bebop, Jones confirmó que es uno de los que más decididamente ha remontado en la historia del jazz; para recolectar argumentos y modelar un estilo sintético, que le permite expresarse con asombrosa claridad. A punto de cumplir los 79 años, volvió a fascinar con su jazz cuello de cisne, estilizado, etéreo y esencial.

Cinco años más joven, Jackson es nada menos que el inventor del lenguaje moderno del vibráfono. Nadie ha percutido las varillas con tanto sentido del blues, ni ha levantado solos con tan sutil sentido de la, estructura y del adorno. De ambas virtudes derrochó en un estremecedor Nature boy, en íntimo diálogo con la audiencia. El contrabajista Ray Drummond aportó solidez al conjunto y Mickey Rocker, compañero de Jackson en el Modern Jazz Quartet tras la muerte de Connie Kay, demostró que, detrás de su rostro de boxeador fracasado, se esconde un percusionista imaginativo y de discreción radical, casi clandestina.

Los dos espléndidos conciertos de la plaza de la Trinidad tuvieron un preámbulo no menos atractivo en el Salón de Plenos del Ayuntamiento donostiarra, donde Danilo Pérez hizo fundirse en un abrazo histórico a Monk Bach, bajo un tórrido sol tropical. El denso pianismo de este panameño atípico deleitó con reformulaciones en profundidad, tanto de clásicos (Everything happens to me) como de piezas nunca, antes tocadas en clave de jazz (Alfonsina y el mar).

Si algún pero se le puede poner a su concepto es, precisamente, la profusión de ideas y cierta ansiedad a la hora de encadenar sin respiro complejas soluciones creativas. Pérez es un excepcional músico en ciernes, afanado en delimitar su territorio expresivo. Pero seguramente le vendría bien tomarse tiempo para reposar los hallazgos que ha logrado. Ya se sabe que, cuando se aspira a crear un universo artístico propio, conviene descansar por lo menos un día a la semana.

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