Gran algarabía
La corrida transcurrió en medio de gran algarabía. El público no paraba de aplaudir. El público se puso a aplaudir cuando aparecían los espadas por el portón de cuadrillas y no paró hasta que se marcharon por donde habían venido; todos menos uno -Enrique Ponce- que salió a hombros por la puerta grande.Lo difícil, don semejante ambiente, fue que no salieran los tres por la puerta grande. Lo dificil en Valencia es no cortar orejas. Y, sin embargo, algunos lo consiguen. Por ejemplo Joselito consiguió no cortar ninguna y rizando el rizo de la insospechada proeza se llevó cambio tres avisos.
Los aplausos se fundían con los vítores. Cuanto sucedía se aclamaba y si no sucedía nada, también. El toro bargo, ya le importaba menos al público valenciano.A decir verdad no le importaba nada en absoluto y si aparecía sin tipo de toro real, sin la fuerza debida, sin la resistencia mínima exigible para soportar un puyazó en regla, le traía sin cuidado.
Varias / Joselito, Ponce, Barrera
Tres primeros toros de José Luis Osborne, resto de Javier Camuñas, sin trapío, 5º tipo novillito; muy flojos se les simuló la suerte de varas. 6º, más serio, con casta.La corrida anunciada de Los Bayones fue rechazada en el reconocimiento. Joselito: pinchazo -aviso- y estocada (escasa petición, ovación y salida al tercio); pinchado -primer aviso-, pinchazo hondo, ruedas ,-insistentes de peones, dos descabellos, estocada -segundo aviso- descabello barrenando y otro descabello (ovación y salida al tercio). Enrique Ponce: estocada corta atravesada, ruedas desaforadas de peones y descabello (oreja); aviso antes -de matar y estocada (oreja); salió a hombros. Vicente Barrera: estocada caída y rueda de peones (aplausos y saludos); estocada corta delantera, rueda insistente de peones -aviso- y descabello (oreja). Plaza de Valencia, 24 de julio. 6 a corrida, de feria. Cerca del lleno.
Puede que hasta lo prefiriera así el público valenciano y resultaba sintomático que ovacionase a los picadores por simular la suerte de varas. Los picadores gozaron igualmente de las mieles del triunfo precisamente por no cumplir con su cometido. El oficio de picador es singular. Los picadores de reses bravas (o de cabras mansas, hablando con propiedad) son los únicos profesionales del mundo a quienes se felicita cuando no trabajan.
Los toritos flojos sacaron temperamento bueno y los toreros les pegaron cientos de pases. Los molieron a pases en realidad. Cual si les hubieran dado cuerda, los toreros se ponían a tirar pases y no paraban. La calidad de esos pases y el fundamento de las, faenas que con ellos componían ya es distinta cuestión.
Jo.selito y Ponce se aunaron en,- técnicas e interpretaciones. Muy farrucos al citar, muy pintureros al embarcar, llegado el momento del remate se quitaban de en medio. Por supuesto que todos y cada uno de esos pases provocaban vítores, y olés, ovaciones cerradas, música de la banda con mucha percusión de bombo y platillo, gran estruendo, fenomenal algarabía.,
Es el ambiente que le va al toreo moderno. Seguramente la mayor parte del público no haya visto nunca torear de otra manera , y pues el pegapasismo desbocado de Joselito y Ponce lo con sideraba la expresión . suma del arte, entraba en el nirvana.
Joselito instrumentó unos valientes pases de rodillas al cuarto toro. Ponce inició mediante magníficos ayudados rodilla en tierra su primera faena. Luego ambos diestros instrumentaron tandas masivas de derechazos naturales menos sin ligar absolutamente ninguno,con algún molinete, trincherilla, cambió de mano, adorno o desplante de diverso sabor. Ponce mató con decisión. Joselito sin acierto, y en su segundo toro de poco oye los tres avisos. El manejo de la espada determinó el balance artístico: dos orejas y un avisó para Ponce, tres avisos y ninguna oreja para Joselito.
El que ligaba los pases ceñía las suertes y se quedaba quieto de verdad era Vicente Barrera. Menuda diferencia. La codicia 'del primer toro le desbordó un poco mientras sometió la encastada agresividad del sexto en el transcurso de una faena honda, ligada, valiente y emotiva. No hubo trucos ni fruslerías en. sus faenas, no ese sucedáneo del arte que las figuras actuales saben fingir para la galería. Pero sí la solidez y la emoción que configuran el toreo serio. ¿Le aplaudieron con mayor intensidad por eso? Pues no: habría sido, imposible .El alboroto de gritos y de olés, el frenesí y el triunfalismo habían alcanzado antes tanta magnitud que si lo fuerzan un poco más la plaza revienta.
Babelia
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