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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Chantaje nunca

Sin duda habrán de ser numerosísimas las Cartas al Director que reciban durante estos días la mayoría de los diarios de este país, condenando el asesinato de Miguel Angel Blanco Garrido y a sus ejecutores y cómplices. No es ahora el momento de insistir en algo tan obvio, ni de relfexionar sobre el "problema vasco". Si me decido a escribir estas líneas es únicamente como reacción ante el artículo publicado en EL PAÍS por el catedrático y académico Francisco Rico, el lunes día 14, con el título de La trágica mojiganga.El mismo título del citado artículo resulta ya poco afortunado. Aunque pretenda hacer referencia a las manifestaciones públicas o a los actos protagonizados por la clase política, esa mojiganga parece encontrarla también en las reacciones de los ciudadanos, en la calle. Y si, como dice "su" diccionario, mojiganga es, figuradamente, "cualquier cosa ridícula con que parece que uno se burla de otro", podría haber reservado el símil para cualquier otro acto público o privado de cualquier gobierno, partido político o, por qué no, del mundo académico y universitario, al que, por cierto, pertenezco. Es cierto que las manifestaciones públicas de rechazo frente a la violencia, o contra actuaciones políticas, sirven de poco y canalizan intereses en ocasiones bastardos. Pero asegurar que, en el caso concreto que nos ocupa, está promovidos por el Gobierno favorecidos por la oposición que aspira a serlo", resulta burdamente falso. Es probable que determinados grupos políticos o de otra índole, incluidos el PP y otros partidos, traten de sacar "tajada" del crimen, que algunos clamen por la pena de muerte o por el disparo en la nuca contra quienes apoyan a ETA o a HB, pero no es esto ciertamente lo que se ha escuchado estos cuatro días en la calle. Rechazar que se pida "clemencia y magnanimidad", por considerar que con esto sólo se consigue apoyar a ETA, y proponer que se acepte cualquiera de sus exigencias es simplemente contradictorio.

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La vida de una persona es infinitamente más importante que cualquier estrategia política, que cualquier "interés de Estado", es obvio. Pero también es evidente que podemos prepararnos para el último viaje si alguien amenaza nuestra vida a cambio de una exigencia política: ningún Gobierno tiene corazón, los Estados no tienen amigos ni sienten el dolor humano. Pero al tiempo que afirmo esto, aseguro que la vida de Miguel Ángel sólo estaba en manos de sus captores y, quizás, de otras gentes de igual calaña.

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Rico me ha parecido notablemente iluso. Su propuesta de "atender razonablemente la demanda de los terroristas", para luego "seguir o no seguir con el proceso" del acercamiento de los presos, resulta sencillamente estúpida. ¿Qué propone? ¿Engañar a ETA? ¿A qué juega Rico? Seamos más serios, por favor. Aunque desconozco la legislación, es muy probable que los presos de ETA tengan todo el derecho del mundo a ser recluidos cerca de sus lugares de origen, y debiera producirse, me imagino que con ciertas condiciones, este acercamiento. Dando esto por sentado, ¿piensa Rico que en realidad esa cuestión preocupa a ETA? Me temo que no. Ha sido Un recurso de excepcional repercusión para reforzar su posición.

Comparto con Rico su escaso o ningún respeto por ciertas, o todas las políticas, pero sí creo que existen más éticas que las de unos u otros honrados reclusos o deshonestos ciudadanos libres. También es cierto que existe mucha hipocresía, sobre todo entre no pocos políticos, y que la gente olvida pronto todo aquello que nos afecta directamente. Pese a todo, y aunque esto en realidad carece de importancia, creo que Rico haría bien en bajarse de su pedestal, dejar de juzgar y condenar a diestro y siniestro. Por cierto, no le vendría mal que en lugar de dictar sus cartas a un "compañero de viaje", las escribiera directamente sobre el papel o el monitor del ordenador. Es más ético, al menos de acuerdo con mi ética, que no tiene por qué ser la suya.-

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