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Katanga, el granero de Kabila

Las sospechas de matanzas enturbian el arranque del nuevo lider de la República de Congo

Alfonso Armada

Las sombras persiguen al nuevo hombre fuerte de la República Democrática de Congo (el antiguo Zaire). Laurent Desiré Kabila, el viejo guerrillero que en los 60 desengañó al Che Guevara que esperaba iniciar en el este de Congo la revolución africana, volvió a la superficie en octubre del año pasado para culminar, siete años después, una marcha triunfal hasta Kinshasa, la capital del régimen corrupto de Mobutu Sese Seko. Dos meses después de su victoria, Kabila se enfrenta a nubes turbias por las acusaciones de matanzas cometidas por sus tropas contra los refugiados hutus. Mientras la sensación de seguridad ha aumentado en el nuevo Congo; el apoyo al nuevo régimen varía de un extremo a otro del gigantesco país. Mientras Kabila no acaba de sentirse en Kinshasa seguro de su poder y respaldo popular, el verdadero granero político y económico del nuevo líder congoleño está en la rica región minera de Katanga (la antigua Shaba), que ha recuperado su nombre.De "Estado vampiro" dedicado al "embrutecimiento de la mayoría de la población" califica Kabila al régimen de Mobutu en el folleto verde que reciben todos los viajeros que llegan al aeropuerto de Lubumbashi, la capital de Katanga, y se encuentran con que los antiguos secuaces del dictador, que acosaban a los viajeros para hacerles pagar su temeridad de aventurarse en el antiguo Zaire, han desaparecido de la terminal. En Lubumbashi hay voces dispares sobre el nuevo poder, aunque la mayoría parece favorable a un Kabila hijo de la región, nacido en Moba, a orillas del lago Tanganica. "Le recibieron como a un mesías, ahora hay que ver cuánto tarda en crucificarle", dice con soma una monja gallega de las Mercedarias de Berriz.

Desde que el pasado 10 de mayo sus tropas ocuparon el aeropuerto de Lubumbashi, "tras feroces combates cuerpo a cuerpo", relatan las mercedarias bilbaínas, que como el centenar largo de religiosos españoles que viven y trabajan en Katanga optaron, por quedarse, "los robos y el caos han desaparecido casi por completo. Antes los soldados de Mobutu no dejaban de extorsionarte a cada momento en busca de dinero", dice la hermana Itziar ante una hospitalaria botella de sangría Don Pablo, embotellada cerca de Calatayud y a la venta en un colmado cercano. En cualquier caso, Lubumbashi ofrece un aspecto menos desastrado que Kinshasa. Katanga, la región minera por excelencia del país, aportaba el 60% del presupuesto nacional, aunque en su mayor parte acabara en los bolsillos de Mobutu y su cuadrilla. Un empresario europeo advierte: "Kabila ha demostrado ser bueno para la guerra, pero todavía no sabemos si para la paz. Hay demasiados soldados por la calle, y han empezado a beber y a pedir dinero". A modo de maniobras, los nuevos cien voluntarios de la policía desfilan ante la catedral.

Como primera medida, las autoridades de la Alianza han ordenado a los expatriados que vuelvan a empadronarse. Libaneses y belgas, los más numerosos, disponen de dos días, y el resto (indios, paquistaníes, griegos, franceses, británicos, estadounidenses y de otros países), de uno. Al registrarse les cobran 10 dólares por el revelador folleto de Kabila y su Alianza, una fuerza política y militar a la que algunos europeos atribuyen "demasiada ligereza con el gatillo", para acabar con los delincuentes, "después de que nada más llegar abrieran las puertas de la cárcel y soltaran a todos. Látigo y revólver parece la nueva divisa. Habrá que ver si de verdad permiten que se investiguen las matanzas de hutus".

De momento, la moneda se ha estabilizado: antes de la llegada de Kabila ofrecían 400.000 Nuevos Zaires por un dólar, ahora sólo 145.000. "Un cubo de maíz (un bketi) costaba 400.000 zaires, ahora 80.000", revela uno de estos europeos que por cautela se guarda su identidad. "Hay muchas cosas positivas, pero también muchos interrogantes para el millón largo de habitantes de Lubumbashi", la segunda ciudad del país, que depende en su casi totalidad de la Gécamines (la General des Carrieres de Mines), que da empleo a cerca de 40.000 trabajadores.

La Asociacion Zaireña para la Defensa de los Derechos Humanos sobrevive en un gran almacén. El estruendo de camiones y los gritos de los descargadores se comen las voces y hacen que la bombilla tiemble. Pero Johnny Mulende, el responsable de la AZADHO, tiene las cosas claras: es pronto para juzgar al nuevo régimen, pero "hay indicios inquietantes, como la supresión de derechos políticos y las detenciones arbitrarias".

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