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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Precisiones

En el generoso y merecido artículo que J. A. Goytisolo dedica al fallecido escritor Manuel Lamana (EL PAÍS, 9 de julio), acaso por la prisa en su redacción, por desmemoria o falta de oportunidad a la hora de refrescar datos hoy bien establecidos por los historiadores, se desliza un considerable número de errores y una omisión que sólo se puede calificar, como mínimo, de sorprendente.Entre los errores: 1. La última ciudad española, no en caer, sino en ser entregada a Franco, no fue Madrid, sino Alicante o, según otros expertos, Almería, Cartagena o, Murcia. 2. El coronel Casado nunca fue militante socialista, aunque sí era masón y republicano, y desde luego no murió en prisión, sino en Madrid y en 1968. 3. Si es cierto que Casado salvó a la, capital de España del ataque final franquista, no lo es menos que, seguramente, impidió con su golpe una estrategia, la de Negrín, tal vez más racional, a fin de conseguir mejores condiciones de paz (por el giro de las democracias tras la anexión hitleriana de Checoslovaquia, violando los pactos de Múnich) o, al menos, una evacuación organizada y efectiva. En esto, la unanimidad de los historiadores y actores del conflicto suele ser clamorosa, cualquiera que sea su ideología (Tuñón de Lara, Hugh Thomas, Raymond Carr, Martínez Bande o Manuel Azaña). Por otro lado, aquel militar no evitó el lamentable gesto de dejar en prisión, y a merced del Ejército nacionalista y sus verdugos, a jefes comunistas (Girón, Mesón, Ascanio, fusilados en 1941), por no hablar de los que él mandó ejecutar (Barceló y Conesa), violando los pactos de armisticio tras los trágicos enfrentamientos madrileños de marzo del 39. Toda esa sangre, vertida para complacer al insaciable caudillo, es sabido que no sirvió absolutamente de nada.

No deja de contrastar con esta actitud, aunque ocurriera en el plano intelectual, la de Jorge Semprún, nada sospechoso de estalinismo desde hace muchísimo y hoy más bien un empeñado anticomunista, que tuvo la elegancia y honestidad, que le honrarán siempre, de no publicar hasta noviembre de 1977 su muy crítico libro Autobiografía de Federico Sánchez.

La omisión: entre los participantes en la fuga de Cuelgamuros de Sánchez Albornoz y Lamana, donde cumplían condena por actividades antifranquistas, se elude, rara e inexplicablemente, el nombre del cerebro, organizador y ejecutor de la operación: Francisco Benet.-

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