Gudari
Guardo en mi memoria unos días de plomo, de cuando Franco, o la piltrafa que ya era Franco para entonces, insistió en morir matando y en cumplir, implacable y enajenado en, su brutalidad, las penas capitales de Txiki y Otaegui. Ahora, con la cruel agonía de Miguel Ángel Blanco, he vuelto a experimentar los mismos sentimientos de aquel entonces: agudo dolor, estupefacción ante los abismos de aberración, estremecimiento por el cercano aliento de la bestia. Han pasado más de dos, décadas desde aquellas muertes, y en ese tiempo ETA ha cerrado el círculo de la degeneración y la ignominia: las víctimas de ayer son hoy los verdugos.Guardo en mi memoria los años del miedo, cuando nadie se atrevía a manifestar sus opiniones pública mente ni se sentía a salvo de la negra mano de la dictadura franquista. Hoy en el País Vasco sigue ocurriendo lo mismo: las personas bajan la voz en los bares cuando hablan de política (si es que osan ha cerlo) mientras miran con temor por encima del hombro. Es la dicta dura de los salvajes. Ya sabemos que la, banda está más allá de toda palabra, de todo entendimiento. Pero no quisiera creer que los 180.000 votantes de HB son todos igual de dictadores, igual de verdugos. Hermanos de especie, de sangre y de carne, ¿no vais a ser capaces de reaccionar frente a tanta barbarie? Decid a vuestros adolescentes, a vuestros jarrais hambrientos de épica y barullo, que Miguel Ángel es el auténtico gudari (guerrero, vasco), un gudari de la normalidad, de la tolerancia y de la vida. Su muerte ha marcado una frontera: no más mentiras, no más hipocresías, no más tibiezas. A partir de hoy no apartarse de la línea de HB supone ser cómplices de la tortura -atroz de, Ortega Lara, del vil asesinato de Miguel. Oue no haya para ellos sino vacío y desprecio.
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