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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nosotros, que fuimos tan felices

Verano de 1970. Janis Joplin está a punto de morir de sobredosis, Hendrix se ha ido antes que ella; Dylan y el Bird on a wire de Leonard Cohen suenan en todos los tocadiscos e, Ibiza es el paraíso artifIcial al alcance de algunos, entre ellos, un actor del filón de moda en la época, el spaghettiwestern. Redomado macho, nuestro hombre (Resines) está en Ibiza rodando, pero también compartiendo un verano de vacaciones con su esposa y su abundante prole: dos hijas enamoradizas (Adánez y Abascal) y dos chicos, uno con problemas de coeficiente intelectual (Nieto) y otro tímido hasta la extenuación (Fuentes). Y cuidando a toda la parentela, Verónica Forqué, hipermadre dispuesta a acudir en ayuda de los suyos, a pesar de que su propia vida personal, postergada su pasión por la escena por el marido déspota, no sea precisamente un jardín de rosas.Dos grandes temas recorren el filme: uno, clásico, las vacilaciones de los adolescentes frente a la vida que se abre ante ellos; los problemas de una sexualidad vacilante, de un deseo que se abre paso en oleadas impulsivas. El otro, la crisis personal de Forqué, incapaz de continuar la parodia de vida que lleva con su marido. Espacio de libertad, la Ibiza del veraneo se convertirá en la instancia de todas las posibilidades; pero también, para la narradora (Abascal), en el primer verano de su vida adulta.

El tiempo de la felicidad

Dirección y guión: Manuel Iborra.Fotografía: Burmann. Música: Satie. España, 1997. Intérpretes: Verónica Forqué, Antonio Resines, María Adánez, Silvia Abascal, Pepón Nieto, Carlos Fuentes, Liberto Rabal, Fele Martínez, Clara Sanchís. Madrid: Palacio de la Música, Acteón, Palafox, Conde Duque, Ideal, Odeón Plaza Aluche.

Evocaciones

Con estos elementos, y con un oficio aquilatado en la comedia con las películas Caín y El baile del pato, y la serie televisiva Pepe y Pepa, de la que el filme rescata parte de su elenco, Manuel Iborra pone en pie una película con momentos dramáticos y, una ventaja, sin el airecillo nostálgico del que vivió el periodo. Aunque se basa en recuerdos personales, evocados por Abascal, lo cierto es que la narración se ajusta al punto de vista de quien la está viviendo; de ahí que prime más la incertidumbre que la melancolía por lo perdido.Pero a pesar de todo, algo atenaza al filme: su excesiva subordinación al trabajo de su actriz protagonista. Que Forqué es una más que competente intérprete de comedia lo sabemos todos. La afición de la actriz por el género no siempre casa bien, no obstante, con su proclividad al mohín dramático y el guión del filme abunda en situaciones en que se pueden lanzar por derroteros melodramáticos, por desgracia no siempre bien resueltos.

De ahí que la película, que tiene algún detalle menor también objetable, respire a sus anchas cuando son las dos actrices jóvenes quienes se adueñan del encuadre, y sobre todo cuando Abascal se erige en protagonista. La espontaneidad de ambas dota al filme de una verdad considerable, hace creíbles unas historias que siempre corren el riesgo, en este tipo de peripecias, de resultar archiconocidas.

Hubiésemos deseado una mayor coherencia de registros interpretativos, de la trabajosa y meritoria creación de Nieto a la libertad de Adánez y Abascal; un mayor cuidado por no dejar campar a sus anchas a los adultos, bastante por debajo de sus homólogos adolescentes; pero ello no obsta para que el filme pueda verse con interés, por sus momentos de inspirada comicidad y, en general, por el respeto que Iborra parece sentir por sus personajes. Aunque en el fondo, El tiempo... será recordada por el espaldarazo que dará a la carrera de dos jóvenes actrices que tienen ante sí un brillante futuro.

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