La hora de los hechos
HA SIDO un acierto convocar la Mesa del Pacto de Ajuria Enea inmediatamente después del atroz asesinato del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco Garrido. Tras otra jornada de asombrosa movilización de cientos de miles de ciudadanos contra el crimen de ETA era urgente que los partidos políticos democráticos reflexionaran en común sobre lo acontecido y, más importante aún, canalizaran el enorme caudal político que se ha vertido estos últimos días contra la barbarie. Los ciudadanos han movilizado toda la solidaridad e indignación de que son capaces en la lucha por detener la violencia. A sus representantes toca ahora instrumentar esa enorme movilización para conseguir éxitos contra el terrorismo. Hay que actuar.El primer objetivo político debe ser la recuperación del espíritu del pacto antiterrorista de 1987, cuando todos los partidos políticos se unieron en la tarea de enfrentarse a ETA en un frente democrático que requería (y requiere) tenacidad y capacidad de superación, por lo frustrante que a veces resulta la ausencia de resultados inmediatos. Hoy se trata de volver a trazar la frontera esencial de una democracia: a un lado, quienes defienden la libertad, la legalidad y el diálogo como normas (le convivencia; al otro, completamente aislados, los partidarios del terror, de los campos de concentración y del tiro en la nuca. Con la convicción, ganada en las últimas jornadas, de que la inmensa, mayoría de los ciudadanos está en el primer bando, y, no de forma pasiva o resignada, sino con la firme decisión de defender sus derechos en la calle, si es necesario. Estos ciudadanos son el único movimiento de liberación del País Vasco.
Para que esta unidad política sea efectiva, la condición más urgente es el abandono de veleidades conceptuales como la equidistancia, que intenta explicar -e indirectamente comprender- el terrorismo como resultado de un Estado opresor o de la represión desatada históricamente contra Euskadi. Nada de farsas: la ambigüedad ha sido el veneno que ha anestesiado la comprensión de la realidad. Tales explicaciones son atractivas para sedicentes intelectuales alérgicos a la reflexión, porque preservan su comodidad y buena conciencia; pero son clichés polvorientos de la banda terrorista rescatados del sumidero de la historia por la perturbación política de los ideólogos de HB. Nada de eso puede sostenerse hoy sin ignominia: ETA sólo sabe poner cadáveres encima de la mesa. Frente a este hecho no hay componendas; la dictadura de Franco terminó en 1975 y quien pretenda justificar sus crímenes en ella no hace sino perpetuarla, y en un sentido nada metafórico.
Las conclusiones de la Mesa de Ajuria Enea de ayer caminan por este sendero. La declaración leída ayer por el lehendakari Ardanza debe entenderse sobre todo como una ruptura definitiva y total con HB. No hay marcha atrás. La nitidez de sus palabras no deja lugar a interpretaciones equívocas: "ETA sigue teniendo cómplices entre nosotros. Menos que ayer, sin duda, pero todavía demasiados. Hoy queremos denunciarlos. Se llaman Herri Batasuna. Todos hemos escuchado estos días su clamoroso silencio. No podemos no considerarlos cómplices de este vil asesinato". Una denuncia tan explícita de complicidad en el asesinato es una invitación para que actúe la Fiscalía General del Estado, tan silente.
El aislamiento de HB debe ser el argumento central de los demócratas. Esta exclusión implica no sólo el rechazo pasivo y sufriente de la violencia, sino la voluntad activa de despreciarlos en lo cotidiano, de romper con Cualquier complicidad por nimia que sea. El comunicado de la Mesa de Ajuria Enea apuntaba también directamente a los votantes de HB: "Su apoyo y su silencio les hacen cómplices también a ellos. Les ha llegado la hora de tomar decisiones". Los disidentes de HB, que manifiestan verbalmente su horror por el asesinato de Miguel Ángel Blanco llamando anónimamente a las emisoras de radio, deben actuar en consecuencia abandonando la organización y su lenguaje. Las repulsas emocionales, si quedan en eso, son una coartada ética para la conciencia acomodaticia de quien las emite.
Queda mucho camino político por recorrer. Pero algunas decisiones pueden tomarse ya. Resulta una obscenidad que HB forme parte de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco, al lado de los partidos democráticos; es como si los nazis de las SS participasen en comisiones de investigación sobre el holocausto judío. Es imprescindible que la colaboración entre la Ertzaintza y las fuerzas de seguridad del Estado sea permanente, como estos días. La primera medida que los ciudadanos esperan es la más lógica de todas: que se encuentre y se juzgue, con todo el rigor de la ley, a quien apretó el gatillo contra Miguel Ángel Blanco y a quienes dieron las órdenes. Los asesinos deben estar en la cárcel.
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