El Látigo del poder
Cerca de 10 años han pasado desde que Cuauhtémoc Cárdnas, al frente de una formación de izquierdas, irrumpiera en el entonces podrido sistema electoral mexicano e hiciera ver que pese a tener el viento en contra, en el país existían otras formas de querer hacer política difererentes al PRI. Pero no pudo llevar cabo su proyecto porque su victoria en las elecciones presidenciales de 1988 nunca llegó a se oficial. El fraude lo impidió.Desde entonces Cárdenas ha sido el látigo del PRI, siempre es corado hacia la izquierda y, a veces, rozando lo prohibido. Estuvo al lado de los petroleros incendiarios que acampaban en el Zócalo, viajó a la selva Lacando. na a entrevistarse con el enmascarado Marcos y sus indios hambrientos, y denunció públicamente como corrupto -cuande nadie se atrevía a hacerlo- a Raúl Salinas de Gortari, el hermano del presidente que le robó las elecciones.Aupado por un grupo de intelectuales que después le abandonó, volvió a presentarse a las elecciones presidenciales de 1994. El fracaso fue tan estrepitoso que nadie en aquéllas fechas volvía a apostar por este ingeniero de 63 años, casado con una descendiente de refugiados españoles e hijo del mítico general mexicano que nacionalizó el petróleo: Lázaro Cárdenas.
Si algo delata a Cárdenas es su empecinamiento, fruto probablemente de su orgullo mestizo. Y ese defecto, o tal vez virtud, es el que le ha empujado en su nueva aventura electoral, ya consumada con su victoria en las elecciones a regente de la Ciudad de México, una metrópoli de 17 millones de habitantes donde se concentra el poder político del país, gran parte de la fuerza económica nacional y el mundo intelectual. O sea: un Estado dentro de otro Estado.
Desde posiciones de izquierdas, -en la mayoría de las ocasiones bastante intransigente, y sobre un organización política -el Partido de la Revolución Democrática (PRD)- que, pese a su juventud, sufre no sólo guerras de baronías sino grandes contradicciones ideológicas, Cárdenas ha llegado al poder mediante el voto mayoritario.
Estos tres años que quedan para las presidenciales del 2000, que son las verdaderas elecciones de México, van a ser decisivos para comprobar si Cárdenas y la fuerza política que le sostiene no sólo saben hacer oposición sino también gobernar con el mismo ahínco y en cohabitación con ese primer poder que es la actual Presidencia de la República. De lograrlo, no le haría ya más falta el látigo para conseguir su próximo objetivo.
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