Mexico pone fin a siete décadas de autoritarismo
El PRI pierde de un golpe la mayoría absoluta del Congreso, la capital y varios Estados
México ha decidido poner un alto a siete décadas de autoritarismo. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) vio ayer desmoronarse la hegemonía que ha sustentado desde 1929 al perder, según los resultados provisionales de las elecciones del domingo, la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. La oposición le ha arrebatado, además, otros dos importantes trofeos: la izquierda, con Cuauhtémoc Cárdenas al frente, ha arrollado en los comicios a la alcadía de la Ciudad de México, mientras el conservador Partido de Acción Nacional (PAN) ha ganado el Gobierno del Estado de Nuevo León. Unas simples "elecciones de medio término", previstas para renovar parcialmente el Poder Legislativo, se han convertido un episodio histórico.
De la noche a la mañana, el PRI ha perdido su condición de apisonadora en la Cámara baja y ha visto cómo la oposición crecía de forma inusitada. El reparto de los votos, según el escrutinio provisional del Instituto Federal Electoral, es el siguiente: el partido oficial logra un 38,71%, el PAN, un 27,06% y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), un 25,65%.La consecuencia esencial es que la Cámara de Diputados dejará de ser la correa de transmisión de las decisiones del presidente, para convertirse en el campo de juego de la negociación política en temas clave, como el presupuesto del Estado, la fiscalización del gasto o la investigación de casos de corrupción. "A partir de ahora empezará a funcionar en México el sistema previsto en la Constitución: una república representativa y democrática", afirmaba Porfirio, Muñoz Ledo, veterano dirigente del PRD.
Felipe Calderón, el joven presidente del PAN, calificó los resultados de "hecho sin precedente". "Con esta nueva configuración de la Cámara terminan 60 años de impunidad en el manejo de la contabilidad nacional, de imposición de presupuestos, de centralismo en la aplicación de las partidas presupuestales y de unilateralidad en las decisiones". El partido conservador propuso de inmediato un pacto entre el Gobierno y las fuerzas políticas para garantizar la gobernabilidad.
Castigo popular
Los negros pronósticos del PRI se han cumplido con exactitud. La población mexicana, golpeada por la crisis económica que estalló en 1994, optó por castigar a un partido minado por los escándalos, las divisiones y el desgaste. Y lo pudo hacer porque por primera vez los comicios se organizaron con limpieza.Si en algún lugar ha quedado patente esa reacción ha sido en la Ciudad de México, cuyos habitantes aprovecharon la oportunidad de elegir a su jefe de Gobierno (llamado regente) para darle un sonoro revés al PRI. El triunfo de Cárdenas fue arrollador. Con el 80% de los votos escrutados, el candidato perredista había logrado casi el 48%, seguido de lejos por el priísta Alfredo del Mazo, con un 25%, y del conservador Carlos Castillo Peraza, que con un 16 O/o de los votos descenció a un penoso tercer lugar después de encabezar las preferencias en enero pasado.
La beligerancia mostrada por Cárdenas en estos 10 años frente al PRI, partido en el que militó hasta 1987, le ha rendido buenos frutos ahora que la formación en el poder tiene que apechugar con una crisis económica que ha afectado dramáticamente al nivel de vida de la población. Si bien el líder perredista, que asumirá el cargo el 5 de diciembre, asegura que el triunfo se debe al programa del PRD, varios analistas consideran que el avance del partido se explica, básicamente, por el arrastre de la figura de Cárdenas. '"Los votos a Cárdenas son un apoyo condicionado, destinado a poner coto al poder del Gobierno", afirma el historiador Enrique Krauze. "El PRI? no puede cantar victoria. La gente votó más por Cárdenas como un caudillo que como el dirigente de un partido estructurado y con, una oferta política moderna".El descalabro sufrido en el Distrito Federal por el PAN, que en los últimos años ha ido ganando elecciones estatales y municipales hasta gobernar directamente a una tercera parte de los mexicanos, se compensé con un importante avance fuera de la capital. De los seis Estados que estaban en juego en las elecciones, la formación conservadora ha logrado ya el triunfo en Nuevo León, el industrioso Estado fronterizo con EE UU, y en Querétaro.
Las reacciones a los primeros resultados fueron inmediatas y todas reflejaron un clima de apertura y moderación desconocido hasta ahora. Los perdedores reconocieron rápidamente a los ganadores y las felicitaciones y los buenos deseos se entrecruzaron sin acritud.
El presidente de la República, Ernesto Zedillo, fue sin duda uno de los grandes triunfadores al afianzar su imagen de artífice de la reforma política. A pesar de los pésimos resultados de su partido, el mandatario mostró su satisfacción por el buen desarrollo de los comicios. "Este 6 de julio" dijo en un mensaje a la nación, "México ha dado el paso irreversible, definitivo e histórico hacía la normalidad dernocrática".
Zedillo felicitó a Cárdenas por su triunfo en la capital federal y le garantizó "la indeclinable voluntad del Gobierno de establecer una relación de colaboración respetuosa". La intervención del presidente causó un profundo enojo en el PAN, que le recriminó la omisión de las victorias conservadoras. La dirigencia panista dio varias hipótesis para explicar esta "parcialidad", entre ellas la propia "preferencia electoral" de Zedillo, "que posiblemente" dijo Calderón, "haya, votado por el ingeniero [Cárdenas] al cual externa hoy su reconocimiento".
El PAN retomaba así una de las acusaciones que ha lanzado contra el PRI en esta campaña: su apoyo camuflado a un ex priístal Cárdenas, para contener el constante ascenso de la formación conservadora ante las elecciones presidenciales del 2000. La campaña para el cargo, por cierto, empieza desde hoy.
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