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La ópera de Londres cierra hasta el 2000

El Covent Garden afronta una profunda remodelación arquitectónica y el reto de la democratización

El lunes 14 de julio, el archifamoso teatro de la ópera de Londres, el Covent Garden, cerrará sus puertas hasta el año 2000. La piqueta entrará a saco en el viejo edificio de mediados del siglo pasado para poner orden en un laberinto de estructuras obsoletas gracias, en parte, a una graciosa donación de 78 millones de libras. (unos 18.000 millones de pesetas) procedentes de la lotería nacional. El nuevo Gobierno laborista considera, sin embargo, que tan urgente como la remodelación arquitectónica es la democratización del teatro, considerado poco menos que un club elitista subvencionado por el Estado. Una tarea complicada que, según las malas lenguas, le costó el puesto a la última y efímera directora del teatro, Genista McIntosh, que ha durado 18 semanas en el cargo. Todo apunta a que el Covent Garden tendrá que escoger entre democratización y privatización.Chris Smith, ministro de Cultura del Gobierno de Blair, lanzó el mes pasado un ataque sin precedentes a la junta directiva de la Royal Opera House. Si el teatro no se democratiza y se obstina en mantener su estado elitista, el Gobierno optará por recortar la subvención anual de entre 15 millones y 20 millones de libras -alrededor del 25% de su presupuesto-. Lo que algunos críticos musicales han calificado como un ataque demagógico del ministro se basa, sin embargo, en una verdad irrefutable: el precio astronómico de las entradas en el Covent Garden. De las 2.000 localidades del teatro, sólo 200 cuestan menos de 400 pesetas, y las mejores butacas de patio en los grandes días cuestan la friolera de 275 libras (unas 66.000 pesetas).

El dilema tiene escasas perspectivas de resolverse en favor de las exigencias de Smith. Peter Gummer, más conocido como lord Chadlington, presidente de la junta directiva y director en funciones del Covent Garden hasta que Mary Allen, la nueva directora, tome posesión de su cargo en septiembre, se ha defendido recordándole al ministro que las subvenciones son pequeñas. Democratizarse supondría, además, darles la espalda a los socios exquisi-, tos que subvencionan el 50% de los gastos del teatro y llenarlo de gente normal. La última cosa que desea Gummer, hermano del ex ministro conservador de Medio Ambiente, John Gummer, y un alto ejecutivo en una financiera, es ver al Covent Garden invadido por hordas de ciudadanos de a pie.

Lord Chadlington representa, después de todo, al mundo de las élites que, según la prensa británica, controla el Covent Garden como un teatro familiar. En la misma mesa directiva figuran millonarios como Vivien Duffield, presidenta del patronato de la Royal Opera House, gracias a cuyas excelentes relaciones personales se han recaudado 60 millones de libras para la remodelación. Son estos personajes a los que la prensa británica acusa de estar detrás de la dimisión de McIntosh y de favorecer a los ricos patrocinadores que, según un diario, tienen suficiente poder como para retocar los repartos en las representaciones de ballet cuando llevan invitados al teatro.

Reducción de plantilla

Oficialmente, sin embargo, Genista McIntosh, de 50 años, que procedía del Teatro Nacional, ha abandonado. su cargo por razones de salud y tanto lord Chadlington como Duffield se han atrincherado en la misma explicación. A punto de cerrar el telón en su sede tradicional, donde ha funcionado con la misma compañía durante medio siglo, el Covent Garden se enfrenta a un incierto futuro. Encontrar sedes volantes para seguir funcionando de aquí a esa fecha y reducir en 300 personas su plantilla de cerca de 800. Para ello, nuevamente, el Consejo de las Artes se las ha ingeniado para distraer 2,5 millones de libras de la lotería, que pagarán los despidos. La entrega de ese dinero ha sido criticada de nuevo, pero, a estas alturas, el Covent Garden parece decidido a hacer oídos sordos a todo lo que no sea sobrevivir.El último borrón en la serie de errores que ha tenido al teatro de la ópera londinense en boca de todos ha sido la suspensión, por dificultades técnicas, de su ambiciosa producción de Macbeth, una de las 28 óperas de Verdi que el Covent Garden se ha comprometido a llevar a escena de aquí a su reapertura. Algunos se rasgan las vestiduras, pero los socios más selectos saben que después de este via crucis, el Covent Garden sobrevivirá.

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