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El arte crudo die seis 'chicos malos' de Los Ángeles se muestra en Madrid

'Cruising L. A.' combina fotos, instalaciones, y pinturas

Son seis de los chicos y chicas más malos y malas de Los Ángeles: artistas, treintañeros y cuarentones sin concesiones, que resultan subversivos a partir del mal gusto, la sinceridad o la ironía. Según Paul McCarthy, uno de los líderes del movimiento chico malo y chica mala, todos comparten una visión de la ciudad en la que viven: "La amamos y la odiamos, porque Los Ángeles es una mezcla de utopía y horror en la que no existe interacción física, y donde el placer reside en ir en coche". La galería Soledad Lorenzo de Madrid (calle de Orfila, 5) reúne ahora. varios ejemplos de su. trabajo en la muestra titulada Cruising L. A.

Cruising es un término lleno de ambigüedad y sentidos. El artista Paul McCarthy (Salt Lake City, Utah, 1945) empezó a oírlo en los años cincuenta, y recuerda que "se empleaba para definir el cruce de acera (en sentido literal) en busca de acción". José Álvaro Perdices, comisario de Cruising L. A., dice que también significó "cruce intencionado de miradas desde un coche a otro" y que hoy designa fundamentalmente "un fenómeno sexual, predominantemente gay, referido a conductas especiales de comunicación y lenguaje corporal en espacios abiertos o públicos". Aunque, dependiendo del contexto, puede equivaler también a ligar, putear, mariconear, pillar... O a moverse -también de acera, o de grupo- y viajar -también con drogas-.Esta última traducción literal, la del viaje, vale especialmente para Los Ángeles -"La ciudad donde todo peatón es "sospechoso", según McCarthy-, pero las propuestas de Cruisng L. A. reflejan casi todas las posibles acepciones: los retratos de Catherine Opie (Ohio, 1961) muestran serias mujeres travestidas en poses de colegio y macarras tatuados en actitud sobria; las fotos del inmenso Martin Kersels (L. A., 1960, 150 kilos de peso) le enseñan cayendo cómica mente por aceras vacías y lanzando gente por los aires; la pintora Lari Pittman (California, 1952) presenta una coloris ta manifestación sexual llena de símbolos anti-simulación, como, narices Pinocho; y el binomio que forman Jason Rhoa des (Nevada, 1965) y Jorge Pardo (Cuba, 1963) expone una máquina-globo que sube y baja y recuerda a un gordo, en acción...

Paul McCarthy, que ha ven¡do a Madrid y ha convertido la galería en estudio, contrató a cinco modelos y realizó "una intensa performance. a puerta cerrada", Escultura en dos partes, de la que dan prueba una abigarrada mezcla de "elementos estrictos y metafóricos": botes de mayonesa Hellmans, aceite para coche, sacos de yeso, cepillos de dientes, dibujos automáticos, leyendas obscenas, sábanas empaquetadas, mantas sucias de fluidos, puertas cerradas y entreabiertas, tubos de PVC negro atravesándolas como falos...

La. instalación se titula Escultura en dos partes porque "es una obra de dos niveles: uno, la acción de hacerla; el otro, el residuo de esa acción", explica el autor.

McCarthy, que intenta "indagar en el objeto de la tarea del artista, persona heroica y bufonesca a la vez", encuentra un punto de conexión en el trabajo de los seis cruisers: su relación amor-odio con Los Ángeles.

"Sobre todo, nos preocupan los medios, porque vivimos en el imperio del cine, es decir, de la simulación... Somos los grandes expertos mundiales en representación, y por eso nos da derecho de apropiarnos de todo... Lary Pittman y yo robamos cosas parecidas: residuos de imaginería, de decoración kitsch, Pinocho, el sexo, la televisión basura..." ¿Y qué hace diferente la vida en L.A.? "Pasamos media vida conduciendo en autopistas, y eso produce una percepción distinta de las cosas. Las vemos pasar a toda prisa por un cristal, lo que no permite disfrutar de la interacción física pero sí extraer un raro placer: en el coche sientes tranquilidad, frente a la violencia que hay fuera... Mostrar ese contraste entre el shangri-la y el horror, lo sublime y lo terrorífico, es la base de mi trabajo".

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