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Tribuna
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Manolito y Manolo

Juan Cruz

Cuando el mes pasado Manolo Vázquez Montalbán juntó en Madrid a traductores, ensayistas, académicos y locos en torno a su personaje principal, el detective Carvalho, que en 1997 cumple 25 años de vida literaria, los árbitros de la elegancia literaria hispana estaban desprevenidos. Acaso no esperaba ninguno que la buena fe poética de este país fuera asaltada alguna vez por aquellos especialistas internacionales que desde hace más de una década se ocupan de este detective estrafalario y tranquilo que tanto se parece al propio Manuel Vázquez Montalbán cuando pregunta en voz baja por el modo de hacer el arroz cuando en realidad está queriendo saber de qué pie, cojea el contrario.Quizá por eso, por esa contrariedad que siempre supone que los otros descubran antes, casi nadie se ocupa aquí de aquel peculiar encuentro de sabios carvalhistas.

Y es que Carvalho ha sorprendido tanto como sus consecuencias; ahora se encuentra cabalgando por el mundo uno de los pocos personajes literarios que la imaginación literaria española ha dado con síntomas de continuidad, con nombre y rostro, con capacidad para existir incluso fuera del ámbito creativo de su propio autor. Pasa muy pocas veces, y cuando ocurre hay que decirlo incluso antes de que nos lo digan desde fuera; ahora, por cierto, andan los franceses y los alemanes traduciendo la literatura de Manolito Gafotas, el ya célebre personaje creado para la radio primero y para los libros después por la escritora Elvira Lindo. Muchos españoles vieron nacer a ese personaje: fue en Radio Nacional de España. El guión escrito por Elvira Lindo creaba, después de muchos años de ausencia de niños así en la radio (recordemos a Periquín, el muchacho de Matilde y de Perico), un protagonista real e identificable de la vida; lo que mucha gente no sabía, y probablemente sigue sin saber, porque esto es bueno para acelerar la imaginación sobre los caracteres ficticios, es que la voz de ese muchacho era la voz de la propia Elvira Lindo. Algunos amigos suyos tampoco lo supieron hasta muy tarde, cuando ella tuvo que emitir desde casas particulares aquellos viernes en que la radio estatal le daba micrófono a Manolito Gafotas. Otras veces recientes ella ha hecho, a regañadientes, ese personaje en público y, claro está, también lo hace en la radio (ahora, en la SER, con Fernando G. Delgado, al que Manolito ha bautizado como Fernandodelgado, en A vivir que son dos días).

En la Feria del Libro de Madrid los lectores se han encontrado ahora con Manolito Gafotas, y tanto la autora como los que ya sabían que Manolito era Elvira Lindo se han encontrado con lectores insólitos e inesperados: no son sólo niños o jóvenes, también son sabios, académicos, viejos, personas de mediana edad. Y en esos stands se ha ido desarrollando una especie de simposio de expertos en Manolito Gafotas que trataban de ver en algún lugar inexistente de las casetas los rasgos con los que identificó al personaje su dibujante, el pintor Emilio Urberuaga. La gente llega antes a las cosas y a los personajes que los expertos, como las palabras antes a la calle y a la vida que a la Academia; cuando los franceses y los alemanes descubrieron a Manolito como personaje literario, en España parecía pensarse que este muchacho no iba a traspasar esa frontera que él mismo se marcó entre Carabanchel (Alto) y la Gran Vía; de pronto, de fuera vinieron a certificar su vigencia literaria y hoy Manolito ocupa en las librerías el puesto de un personaje que sirve para entender un tiempo y un país como si fuera un cronista pícaro de las cosas pequeñas. Ha crecido al lado de Elvira Lindo, como Carvalho creció al lado de Manuel Vázquez Montalbán. Un profesor francés le preguntó un día a Manolo: "¿Y no se ha venido usted con Carvalho?". Ya le preguntan a Elvira Lindo: "¿Y Manolito?"

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