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DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Aznar propone una tregua para cumplir con los retos de Maastricht, pero sin ofrecer un cambio de política

Luis R. Aizpeolea

Dos años sin "perturbaciones innecesarias". José María Aznar ofreció ayer a los partidos, especialmente al PSOE, un pacto político de no agresión para poder asumir los retos de Maastricht. "Nuestro problema" dijo, "no puede ser cuestionar a diario la legitimidad de cada cual; eso ya lo han resuelto 20 años de democracia. Yo seguiré trabajando para no contribuir a la crispación, y espero que sea también por las demás partes". La oferta la extendió al terrorismo y a la justicia, y en sintonía con ella se comprometió a no convocar elecciones en ese tiempo. Pero no apuntó la más mínima intención de rectificar en los temas de mayor fricción con los socialistas: la "amnistía fiscal" el acoso a los medios de comunicación y la crisis de la justicia.

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Un compromiso de diez puntos

La primera intervención del presidente del Gobierno duró poco más de una hora y tuvo tono de absoluta autocomplacencia, aunque abordó todas las cuestiones candentes. Eso sí, sin profundidad. En el turno de réplica, también sin autocrítica, tuvo oportunidad de referirse a ellas con mayor hondura.Aznar dejó el debate sobre la crispación política para el final. Le restó importancia y no mostró interés en rectificar su línea de actuación. "No podemos ni debemos dedicar una brizna de las energías de la sociedad española en trifulcas menores", dijo a la vez que mostraba su preocupación por las acusaciones de autoritarismo que la oposición le ha lanzado en los últimos meses por su actitud contra determinados medios de comunicación; por haber agravado, lejos de solucionarla, la crisis de la justicia, y por sus graves acusaciones sobre la actuación del PSOE en la Agencia Tributaria.

Respecto a la crisis de la justicia, que él mismo acentuó al nombrar sin consenso fiscal jefe de la Audiencia Nacional a Eduardo Fungairiño, dijo sin ánimo alguno de enmienda: "Deberíamos asumir todos el compromiso de distanciar, en lo posible, al poder judicial del debate partidista. No basta con respetar la independencia de los jueces. Hay que velar por que esta independencia sea efectiva y no se vea perturbada".

Volvió sobre esta cuestión en su réplica a Felipe González, ante quien llegó a admitir que la justicia "a veces puede cometer algún exceso". No obstante, reprochó al anterior presidente del Gobierno su acusación de "descerebrados" a algunos magistrados. "Ello no justifica que se utilicen esas expresiones. Ni es correcto ni prudente ni razonable", manifestó. Dicho esto, Aznar se reafirmó en el respaldo que el Gobierno ha dado al nuevo fiscal general del Estado, Jesús Cardenal, en el nombramiento de Eduardo Fungairiño. "El Gobierno está convencido de haber actuado con respeto escrupuloso a la legalidad y en el ejercicio de atribuciones que inequívocamente le corresponden. Y que, por criterios de oportunidad, debía ejercer sin más demora".

Respecto a la crispación política, echó la vista atrás. "Hoy, la situación política es ciertamente distinta y ciertamente mejor y más serena de aquélla en la que se desarrolló el precedente debate sobre el estado de la nación. Hablar ahora de crispación, si comparamos la actualidad con los sobresaltos de entonces [cuando el PP estaba en la oposición], no deja de ser una interesada exageración". Admitió que la llegada de los populares al Gobierno ha desencadenado conflictos, como la guerra de la televisión digital y lo que el PP ha venido en llamar "amnistía fiscal del PSOE". Pero trató de echar agua en ambos. Nada de rectificaciones. "No se cuestiona la honorabilidad de nadie porque Hacienda hubiera dejado de cobrar 200.000 millones en la etapa anterior", manifestó en abierto contraste con las graves acusaciones de "amiguismo" que mantienen tanto los actuales responsables de Hacienda como los propios dirigentes del PP.

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Sobre la televisión digital, negó la mayor. Su batalla no tiene nada que ver, dijo, con las libertades. "Ya está bien de confundir las cuentas corrientes con las libertades de los españoles. ¡Ya está bien. Ya está bien!", enfatizó. Poco antes había manifestado: "Ninguna empresa o sector debe quedar al margen del proceso de liberalización. Los que en el pasado disfrutaron de monopolios legales o de hecho tendrán que adaptarse a la nueva situación, ciertamente menos cómoda, pero generadora, también para ellos, de nuevas oportunidades".

"Perturbaciones innecesarias"

Aznar estableció como objetivo fundamental de su Gobierno la entrada en el euro (la moneda única europea) en los plazos marcados por el Tratado de Maastricht: 1 de enero de 1999. Y aquí acentuó su oferta a todos los partidos de participación conjunta. Hizo la propuesta al hilo de los nuevos vientos que soplan en Europa, tras la hegemonía alcanzada por la socialdemocrcia. "Este Gobierno quiere que España pertenezca al grupo de cabeza de países de la Unión Europea y quiere conseguirlo sin deterioro de los niveles de protección social que los españoles consideran deseables". "Hay que acometer las acciones pendientes mediante acuerdos sólidos, amplios y suficientemente maduros, que el Gobierno ha de fomentar y posibilitar". Y se comprometió a no convocar elecciones en el próximo bienio "para evitar perturbaciones innecesarias en la etapa inicial de la UE".

En ningún momento, en cualquier caso, sugirió un cambio de rumbo en su forma de gobernar. Lejos de ello, dedicó un reconocimiento público a sus socios nacionalistas por la ayuda que le prestan. Lo hizo al comienzo de su intervención en tono solemne. "Los pactos han funcionado. Los acuerdos sobre las orientaciones básicas de la acción de Gobierno han demostrado una notable solidez. La conducta responsable de quienes los sostuvieron garantiza la estabilidad política". Y a continuación reiteró su voluntad de cumplir lo pactado con sus socios parlamentarios.

La otra parte de su discurso la dedicó a subrayar la buena situación económica y los pactos con los sindicatos para la reforma laboral. También destacó medidas de carácter popular, como la reducción de las tarifas eléctricas y la bajada del precio de la vivienda. No faltó una referencia a las críticas del PSOE por la nueva financiación autonómica. Aznar reprochó a Felipe González que no haya aceptado el nuevo sistema cuando Aznar sí suscribió, desde la oposición, otro similar en 1992, cuando gobernaba el líder del PSOE.

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