Guía para aprender a enamorarse del euro

El antiguo presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, advertía que es imposible pedir a los, europeos que se enamoren de algo que se llama Mercado Unico. "Unión Europea" suena algo mejor, pero "euro" tiene un soniquete amorfo y, definitivamente, nadie con sentido común puede, por ejemplo, pretender discutir con sus amigos sobre la "subsidiariedad".Desde luego, el proceso de construcción europea no ha ido parejo a un proceso de simplificación del lenguaje. Parece que sucede lo contrario. El Tratado de la Comunidad Europea para el Carbón y el Acero, de 1951, estaba mucho mejor escrito y era mucho más comprensible y apasionante que el Tratado de Maastricht, de 1991. Y el alma se cae a los pies si se comparan los textos que dan fe del nacimiento de la Unión Europea con la hermosa literatura jurídica de la Constitución de Estados Unidos, de finales del siglo XVIII.
Hoy día se imponen los intermediarios. No sólo para asomarse a incomprensibles teorías de física, como, por ejemplo, la de las cuerdas, de Witten (cuando leer a Galileo estaba, y está, al alcance de cualquier persona culta), sino para cosas tan prosaicas como saber por qué, cómo y cuándo vamos a ir, uno a uno, al banco o caja de ahorros de la esquina para entregar nuestras pesetas y recibir a cambio unos nuevos billetes azules, rojos, naranja y amarillos con la inscripción "euro" en carácteres latinos y griegos.
El Gobierno español no está haciendo, por el momento, ese papel de intermediario y divulgador. Afortunadamente, la sociedad española anda mucho más viva y el ciudadano que tenga interés en el tema ya no necesita angustiarse intentando desentrañar el absurdo lenguaje de Maastricht. Otros lo han hecho por él.
Primero fue el Banco de España con un excelente texto, La Unión Económica y Monetaria, dirigido a medios financieros. Ahora es una institución privada, la Escuela de Finanzas Aplicadas (fax 91.520.01.49), la que acaba de editar una estupenda Guía del euro, con el epígrafe Todas las respuestas sobre la moneda única, destinada tanto a agentes económicos como a simples consumidores. Dirigida por los economistas Emilio Ontiveros y Francisco J. Valero, la guía plantea, con un hábil diseño, preguntas (y respuestas) que van desde los activos que podrán ser utilizados como garantía en las operaciones de política monetaria de la UME hasta cuándo deben cambiarse las máquinas expendedoras de tabaco.
La verdad es que la lectura de la Guía, o, mejor dicho, la entrada en funcionamiento del euro, produce un cierto vértigo, porque pone de relieve la extraordinaria y desconocida revolución que se nos viene encima. Por ejemplo, habrá que cambiar todos los libros de texto, porque ya no tendrán sentido para los niños enunciados de problemas del tipo "Si tu padre gana 200.000 pesetas...". Y el dueño de un bar en Bollullos Par del Condado deberá cambiar su caja registradora, porque la que tiene ahora no es capaz de contabilizar céntimos. ¿Y quién pagará ese cambio: el consumidor en el precio del café o el dueño del bar que lo descontará de sus beneficios?
Empezar a leer textos como los dos reseñados aquí puede resultar muy conveniente. Pero aun así, no puede descartarse que llegue un día en el que los políticos descubran que sus ciudadanos no sólo no se han enamorado del euro, sino que desconfían de la unión monetaria en su conjunto. Por lo menos, no será por ignorancia, como ellos creen, sino precisamente porque saben cómo es, cómo funciona y cómo se reparten los beneficios, y no les gusta.
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