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SITGES TEATRO INTERNACIONAL 1997

Los rumanos de Teatrul Levant deslumbran con 'Pelicanul', de Strindberg

Con teatro, y de gran altura, arrancó el viernes por la noche la 28 a edición del Sitges Teatro Internacional. Catalina Buzoianu ya presentó en la pasada edición del festival una Gaviota de Chéjov que impresionó por la tremenda energía que, lejos de un Chéjov apesadumbrado e introspectivo, eran capaces de despedir los actores. La compañía rumana Teatrul Levant ha vuelto este año a. repetir el milagro, esta vez con Pelicanul, de August Strindberg, una obra esencialmente de texto que Buzoianu transforma en un torrente escénico de fuerza arrolladora. También el viernes se presentaron Mandíbula afilada, de Carles Alberola, el cantaor Miguel Poveda y las Epístoles de Carles Flaviá.Construida como tragedia, Pelicanul sitúa la acción en el seno de una familia en la que el padre acaba de morir, una familia que es otro infierno strindbergiano de pasiones, amores, odios, celos, remordimientos, y en la que el fantasma del padre, como en Hamlet, recorre las estancias como el presentimiento de una justicia vengativa. La madre asesina, los hijos débiles, el marido de la hija recién casada amante de la madre, Buzoianu traza nítidamente, en su puesta en escena, los puentes hacia obras cumbres del teatro universal.

Procedente de Rumania, en un final de milenio que, tras la caída del muro de Berlín, se agota en el fin de la historia, el Pelicanul de Buzoianu tiene también una lectura política. La máscara mortuoria del padre tiene un sorprendente parecido con la momia de Lenin y los protagonistas -la madre, el hijo y la hija, y el marido de a con su relación con su suegra- son susceptibles de ser leídos como símbolo de las fuerzas destructivas (autodestructivas) que interactúan en los países del Este.

Con todo, lo fascinante es el trabajo de los actores de Teatrul Levant, con el protagonismo indiscutible de Valeria Seciu (la madre), secundada por unos espléndidos VIad Zainfirescu, Oana Tudor, Mircea Rusu y Domnita Marculescu Constantiniu.

En otra línea, con la comedia Mandíbula afilada, del valenciano Carles Alberola (estreno absoluto en Sitges), continuó el festival. Alberola, a quien este año el Festival de Sitges dedica casi un homenaje con la presentación de cuatro de sus obras, es uno de los dramaturgos más interesantes surgidos en España en la última década. Mandíbula afilada, nuevo episodio de la saga de amores imposibles de la obra de Alberola, juega, como es habitual en él, con la colisión temporal de la realidad, el recuerdo y' el sueño de un futuro ideal mezclados en la coctelera escénica para un trago de sabor cómico, aroma romántico y regusto amargo.

Sitges Teatro Internacional se adentró en la noche de la mano del jovencísimo, timidísimo y espléndido cantaor catalán Miguel Poveda con un recital de flamenco que arrastró a un público entregado. Con las Epístoles de Carles Flaviá, en un local demasiado espacioso para un espectáculo que necesita el cara a cara, se remató la primera madrugada de un festival que ha empezado mejor que bien, con espléndidos regalos teatrales.

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