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Ucrania se consolida como Estado tras los acuerdos con Rusia y Rumania

Pilar Bonet

En tres días, Ucrania ha liquidado todos sus problemas fronterizos y ha consolidado su posición como Estado, al firmar sendos tratados de cooperación con Rusia el sábado, 31 de mayo, y con Rumania, el lunes, 2 de junio, respectivamente. Al eliminar las incertidumbres sobre su integridad territorial, Kiev cumple un requisito que le permitiría pedir el ingreso en la OTAN. Este plan, sin embargo, no figura por el momento en la política oficial de Ucrania.

Con algo más de cinco años de vida, el Estado ucranio aprende rápidamente a jugar sus cartas en política tanto en el Este como en el Oeste. La semana pasada, Ucrania y la OTAN dejaron listo el acuerdo que firmarán en julio durante la cumbre de Madrid. El documento es menos ambicioso que el acta entre Rusia y la Alianza Atlántica.Con Rusia, el gran vecino oriental del que dependen los suministros energéticos, Ucrania ha resuelto los problemas más espinosos: Sebastopol y el emplazamiento de sus bases navales. A tenor del arrendamiento por 20 años, los militares rusos tendrán 18.000 hectáreas de terreno en Crimea, de las cuales 3.500 están en Sebastopol.

Con Rumania, el vecino suroccidental, Ucrania tiene pendiente el contencioso heredado de la URSS por la plataforma continental de la isla de Zmeini (en la desembocadura del Danubio, en el mar Negro), una zona rica en recursos naturales. La isla pertenece a Ucrania, que se compromete a no instalar armamento ofensivo en ella. Las divergencias sobre la plataforma continental no han impedido a los presidentes Leonid Kuchma y Emil Constantinescu firmar en Constanza (Rumania) el tratado de cooperación y buena vecindad. Los firmantes se han dado dos años para negociar el estatuto de la plataforma continental de Zmeini, y, de no llegar a una solución, llevarán el caso al Tribunal de La Haya.

Dos grupos afines

En vísperas de la cumbre de Madrid del 8 y el 9 de julio próximo, los tres Estados eslavos surgidos de la URSS, configuran, por la intensidad de sus relaciones, dos grupos de afinidades. En el primero están Rusia y Bielorrusia, integrantes de una unión que de momento no llega al Estado común. Ucrania busca la compañía de Polonia y los Estados Bálticos, cuyos dirigentes se reunieron simbólicamente en Talin cuando Yeltsin firmaba el acta con la Alianza, en París, el pasado 27 de mayo.Yevgueni Marchuk, ex jefe del Gobierno y ex presidente del Comité de Seguridad del Estado de Ucrania, cree que su país debe mantener un juego independiente de dimensiones euroasiáticas. "Puede ser que nuestra misión histórica consista en la capacidad de reconciliar Rusia y Occidente, convirtiéndonos en un interlocutor fuerte, con el que ambos tengan que contar", señala. Marchuk, considerado un peligroso contrincante de Kuchma a las elecciones presidenciales, cree que Ucrania debe convencer a Rusia de que no se irá a la OTAN sin ella, y convencer a Occidente de que no se convertirá en una nueva Bielorrusia. La Alianza Atlántica no es planteable objetivamente hoy. Lo que no quiere decir que no lo sea en el futuro.

Ucrania y Rusia, que se necesitan mutuamente, tratarán de disminuir su dependencia y tendrán que pagar un alto precio por ello. La construcción de un sistema para transportar el gas de Turkmenistán y el petróleo de Bakú, esquivando a Rusia, es un proyecto caro, y a Rusia, prescindir de Ucrania para transportar su gas y su petróleo a través de Bielorrusia, le costará 10.000 millones de dólares (un billón y medio de pesetas) y cinco años por lo menos, según Olexandr Razumkov, dirigente del Centro Ucranio de Estudios Económicos y Políticos de Kiev.

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Ucrania desconfía de Rusia, y a ello contribuyen posturas que divergen de la línea oficial rusa como la de Andranik Migranian, consejero presidencial, que formaba parte de la delegación rusa en Kiev "para asustar un poco", según la prensa ucrania.

La desconfianza rusa hacia Ucrania se evidenció en su reacción ante las maniobras navales Sea Breeze, que tendrán lugar este verano en el mar Negro. Los rusos han dado todo tipo de excusas para no participar y para convencer a los ucranios de que se olvidaran de las maniobras. El secretario de Prensa de Borís Yeltsin, Serguéi Yastrzhembski, alegó que habían sido planeadas en Nápoles y organizadas con dinero de EE UU, y el almirante Víctor Krávchenko, jefe de la flota rusa del mar Negro, considera inaceptable que los barcos rusos tengan que subordinarse a un mando naval turco para las maniobras.

Mientras Rusia se niega terminantemente a debatir con Georgia las reclamaciones de este país sobre los buques de la flota del mar Negro, Ucrania gana puntos para su imagen de contrapunto a Rusia en la Comunidad de Estados Independientes. Para Ucrania, la petición de Georgia está fundada, y este país debe dirigirse a Moscú con sus peticiones, ya que Rusia, al fin y al cabo, es la heredera de la URSS.

La zona occidental de la antigua Unión Soviética se está convirtiendo en un espacio sin problemas. La estabilidad real, sin embargo, pasa por la superación de viejas desconfianzas mútuas. Moscú ha dado un importante paso al reconocer la integridad de Ucrania, pero los problemas económicos de los dos vecinos juegan en contra de los intereses geoestratégicos de ambos.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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