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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa, más segura

EUROPA ES, desde ayer, un lugar más seguro . La firma en París del acuerdo entre la OTAN y Rusia, que recibe significativamente el nombre de Acta Fundacional, cierra una enemistad de medio siglo. Por primera vez los países miembros de la Alianza Atlántica y Moscú se plantean sus relaciones desde una perspectiva de socios en la cooperación por la seguridad global del continente.Este acuerdo ofrece grandes posibilidades de generar un orden en Europa que entierre los enfrentamientos. Pero es sólo una posibilidad. Ahora corresponde a las partes poner el acuerdo en marcha, llenarlo de contenido. El gesto de Yeltsin de anunciar que las armas nucleares rusas dejan de inmediato de apuntar hacia los países firmantes va en la buena dirección.

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El Acta crea un foro de consultas regulares en una gran diversidad de cuestiones de interés común piara Rusia y la OTAN. Sirve para algo más que para despejar los recelos de Rusia hacia una ampliación limitada -en la práctica, que no en la teoría- de la Alianza hacia los antiguos países del Pacto de Varsovia o incluso Estados neutrales, cuyos primeros pasos deberían tomarse en la cumbre de Madrid en julio. Que, con la posible excepción de la zona gris de los países bálticos, no se hable del futuro ingreso en la OTAN de países que antaño pertenecieron a la Unión Soviética indica que existe un acuerdo tácito respecto a los límites posibles de la Alianza. Ésta puede ser una de las reglas no escritas del juego de la nueva arquitectura europea de seguridad.

El nuevo sistema de seguridad europeo que sustituya la era de los bloques y la disuasión de la guerra fría está casi ultimado ocho años después de la caída del muro de Berlín. Para ello faltan dos piezas maestras: el acuerdo que Rusia y Ucrania pueden firmar el próximo viernes para sellar la estabilidad de sus relaciones y el nuevo texto que debe suscribir la OTAN en la cumbre de Madrid, no sólo para su reforma y ampliación, sino para establecer un nuevo marco de cooperación con los países europeos asociados sin ser miembros.

En buena parte, el último arquitecto de esta construcción ha sido un español: el secretario general de la OTAN, Javier Solana. El antiguo ministro socialista español no sólo ha sabido atraer a los rusos a sus tesis y a un acuerdo. Se ha ganado también la confianza de americanos y europeos, a veces en desacuerdo por las concesiones que estaba haciendo la Alianza a Rusia para que Moscú aceptara el principio de la ampliación. La capacidad negociadora y conciliadora de Solana ha demostrado aquí su valía. Aún habrá de desplegarla para que la cumbre de Madrid sea un éxito.

A cambio del acuerdo, Rusia logra por parte de la OTAN su reconocimiento como potencia europea. De esta forma ha evitado aparecer, en particular ante los propios rusos, como la derrotada de la guerra fría. Moscú lo necesitaba no sólo por razones de seguridad militar, sino también de bienestar económico. La Rusia que ha firmado esta Acta ha ganado en credibilidad. Debe ahora conservarla y potenciarla. Aunque está por ver si la casi cincuentenaria OTAN podrá sobrevivir a este abrazo pacífico del oso ruso. En todo caso, es el comienzo de un profundo cambio.

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