Otro escándalo
, Al acabar la corrida parte del público arrojó almohadillas al ruedo, indignado por la invalidez de los toros. O sea, otro escándalo, y van unos cuantos en la feria.Otro escándalo y siempre a causa del ganado. Esos ganaderos que son incapaces de sacar un toro en condiciones; un toro que embista, que no se desplome, que aguante los tercios de la lidia, son los que tuvieron la desfachatez de amenazar con una huelga; son los que han exigido para desconvocarla unas prescripciones arbitrarias con las que -desbrozando retórica cientifista y gramática parda administrativa-, pretenden garantizar la impunidad del fraude.
Y políticos representantes de tres comunidades autónomas -Valencia, Andalucía y Madrid- han aceptado esta desvergonzada imposición. Buenos son los políticos: qué nivel, qué ética y qué estética; qué sentido del deber, de la responsabilidad y del pudor.
Bohórquez / Cepeda, Bote, Canales
Toros de Fermín Bohórquez, con presencia y pesó, flojos, sin casta, dóciles, varios aborregados; dos devueltos por inválidos. Sobreros, todos con trapío: 5º, de Alonso Moreno, devuelto por inválido, y el sustituto, del mismo hierro, manso de solemnidad; 6º de José Ortega, inválido total.Fernando Cepeda: estocada corta perpendicular trasera (aplausos y saludos); dos pinchazos -aviso-, pinchazo perdiendo la muleta, estocada corta y rueda de peones (silencio). José Luis Bote: pinchazo hondo atravesado -aviso-, pinchazo, estocada baja y tres descabellos (aplausos y salida a los medios); pinchazo, otro perdiendo la muleta y estocada saliendo empitonado (ovación y salida al tercio). Canales Rivera: pinchazo bajo y estocada (ovación y salida al tercio); pinchazo y estocada (silencio). Al terminar, parte del público arrojó almohadillas en protesta por la invalidez del ganado. Plaza de Las Ventas, 22 de mayo. 16 a corrida de abono. Lleno.
El último acuerdo de los ganaderos que dominan la llamada CAPT y los políticos ha sido crear una comisión para someter a estudio las técnicas de análisis de astas e incorporar otras en base a sofisticadas investigaciones, al objeto de establecer un procedimiento de supuesta infalibilidad para detectar algo tan burdo y tan tonto como es el afeitado de los toros. Pretenden, al parecer, que los rudimentarios manejos de un gañán armado de serrucho sólo puede detectarlos la Nasa.
El plazo fijado a la comisión para que entregue sus conclusiones es de tres meses. Con lo cual nos ponemos en septiembre y, mientras llegan a otro acuerdo -que, a lo mejor, no- y se publica el invento en el Boletín Oficial del Estado, la temporada habrá vencido. Y, un año más, las astas sospechosas de afeitado habrán permanecido en un almacén o sabe Dios dónde; y' los ganaderos defraudadores, sin sancionar; y la fiesta, sin garantías de autenticidad; y los derechos del público, burlados, por culpa de unos políticos irresponsables, incompetentes e impúdicos.
Y, mientras tanto, los toros van saliendo sospechosos de cuerna, inútiles para la lidia. Los de Bohórquez eran así. Grandones, pero nada astifinos; tullidos y también moribundos. Unos se dejaron torear, si es que el cansino caminar de un borrego vale para el toreo. Otros se desplomaban. Sacaron sobreros y se desplomaban también. Sólo uno se mantuvo en pie, resultó manso de solemnidad, y José Luis Bote no pudo darle ni un pase; sólo matarlo, lo que hizo con valor y sufrió una voltereta.
José Luis Bote había toreado a su anterior borrego con pulcra torería; suyos fueron los mejores redondos de la tarde. Y si no llega a dar tantos y pasarse de faena, quizá habría alcanzado el éxito.
Fernando Cepeda realizó un gran quite a la verónica, rematada mediante media de antología. Era en el toro de Canales Rivera que, sin corresponderle turno, cruzó decidido el redondel, se aprestó a enmendarle la plana, se irguió altanero, tendió el capote, citó al toro... y no le enmendó nada: su respuesta consistió en unas vulgares tijerillas.
Los toreros deberían saber medirse; deberían conocer el sentido del ridículo. Canales Rivera estuvo valiente en sus anteriores lances de capa -que incluyeron la larga de rodillas- y, en cambio, muleteó con exceso de pico y una pesada carga de mediocridad. Fernando Cepeda toreó fuera de cacho, y sendos borregos de acendrada docilidad se le fueron sin torear.
Luego llegaron los inválidos absolutos, los inválidos de libro , los inválidos de la vergüenza y del deshonor ganadero. Y, finalmente, un tercer sobrero, que rodaba por la arena. El presidente no lo devolvió, como debía. Y recreció el escándalo, hubo gritos de indignación, cayeron al ruedo almohadillas. Parecía un político de los de ahora el señor presidente.