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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desmarque a plazos

EL AVISO de Pujol a Aznar, poniendo fecha de caducidad a su compromiso de respaldo parlamentario, muestra que la estabilidad de la actual mayoría no es tan evidente como aseguró el presidente hace quince días, con motivo de su primer año en La Moncloa. El cauteloso desmarque del líder catalán es seguramente el resultado demorado de la falta de sintonía constatada el pasado viernes en su entrevista con Aznar: por una parte, crecen los desacuerdos respecto a la política española; por otra, no acaban de materializarse las compensaciones que harían más llevaderos esos desacuerdos.El pasado día 5, con motivo del primer aniversario de su Gobierno, Aznar se felicitó públicamente por el satisfactorio cumplimiento de los acuerdos de investidura con los nacionalistas, y pidió a éstos prolongar su apoyo durante al menos "un bienio" a fin de garantizar la "consolidación de la presencia española en la nueva Europa". Dos semanas después, Flujol reduce el plazo a la mitad. Habrá apoyo, que incluye la aprobación de los Presupuestos para 1998, hasta la primavera de ese año, cuando se examinen las condiciones que permitirán el acceso a la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria. Después, ya se verá. El socio democristiano, Duran Lleida, matizó ayer que el emplazamiento de Pujol no implica renunciar a prolongar la colaboración después de esa fecha, sino que entonces deberán replantearse las bases del acuerdo a la luz de la marcha de las relaciones en estos 12 meses.

La advertencia es similar a las realizadas a González meses antes de la ruptura. Con la diferencia de que entonces había una alternativa -la que efectivamente sahó de las urnas el 3-M- y ahora no está claro que la haya. Aznar ha apelado a los votos de Izquierda Unida para sacar adelante algunas votaciones sobre asuntos en los que CiU se ha distanciado claramente del PP, como en la ley del fútbol. El Gobierno ha descubierto -y también Pujol- que para sus iniciativas más descabelladas puede contar con los votos de IU, pero es poco probable que Aznar piense seriamente en Anguita como sustituto estable de Pujol. Más bien parece una forma de presión sobre el líder catalán, al que pocas cosas podrían irritarle más.

También es improbable una ruptura de Pujol antes de la entrada en la moneda única. La apuesta del nacionalismo moderado catalán en favor de ese objetivo es muy fuerte, y Pujol aspira a poder presentar su consecución como un fruto de su influencia sobre la política económica de los dos últimos Gobiernos. Es un argumento con fundamento: la presencia moderadora de CiU es un elemento de continuidad entre la política iniciada por Solbes y la proseguida por Rato.

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Lo que a Pujol le plantea problemas (ante su electorado) es la coexistencia de esa razonable política económica con una política a secas en la que no puede dejar de ver reflejos autoritarios, intervencionistas y sectarios: las amenazas a Asensio, la inclinación bronquista de Álvarez Cascos, la influencia de los amigos mediáticos de Aznar, no confirman la apuesta de Pujol por llegar al examen de Maastricht con una derecha centrada, europea: como la UCD. El trato dispensado a TV-3 en la batalla digital, la acusación contra La Caixa en relación a la supuesta amnistía fiscal, la tendencia a imirar atrás (a "echar vinagre en las heridas", dijo el lunes) son factores que cada vez tienen más difícil defensa ante el electorado moderado de CiU.

La tendría si pudiera presentar resultados espectaculares en forma de contrapartidas favorables para Cataluña o para el nacionalismo. Pero los aplazamientos en la resolución de asuntos como la financiación de la sanidad contrastan con los pujantes éxitos de los nacionalistas vascos, y eso también irrita a Pujol. Por eso, tres días después de su visita a La Moncloa, le ha dicho a Aznar que hasta aquí hemos llegado.

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