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Clinton mira al Sur

Emilio Menéndez del Valle

La terminación de la confrontación entre los bloques y el acceso a un segundo mandato presidencial de Bill Clinton han posibilitado que la política exterior norteamericana, en un relativo cambio de prioridades, preste más atención a dos áreas del mundo descuidadas en décadas anteriores. Una es África, donde la activa implicación de los norteamericanos en Zaire y no sólo allí -si bien indirectamente, a través de Uganda, Ruanda y Tanzania- está produciendo notorios quebraderos de cabeza a los franceses, quienes tradicionalmente han considerado como suya, en función de su pedigrí colonial, parte del continente. La otra es América Latina, el "patio trasero", donde la generalizada presencia de dictadores -diligentes gestores de los abusivos intereses del gran coloso del norte- hacía superflua una especial atención.Durante años, Estados Unidos estimó que Africa, coto ex colonial, estaba preponderantemente sujeta a influencia europea, al tiempo que Latinoamérica era -más o menos discretamente, más o menos brutalmente, según épocas- supervisada desde Washington. Ello ocasionó que durante largo tiempo la dramática exclamación del dictador mexicano Porfirio Díaz ("¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!"), quien, paradójicamente fue sumiso a la política exterior norteamericana, se convirtiera en triste emblema no sólo para el país azteca, sino, por extensión, también para la gran familia al sur de río Grande.

Pocos meses antes de morir en accidente, el secretario de Comercio norteamericano Ronald Brown, de raza negra e íntimo amigo de Clinton, y que llegó a hacer de la relación de Washington con la Suráfrica post-apartheid un compromiso personal, declaraba [febrero 1996]: "La era del dominio económico y de la hegemonía comercial de Europa en África ha terminado. África nos interesa". Línea en la que continuaría insistiendo el entonces secretario de Estado Warren Christopher. Y, a la vista de la actividad desplegada hace unos días por Clinton en México y en San José de Costa Rica, donde se reunió con los presidentes centroamericanos, América Latina vuelve a interesar, esta vez de una manera distinta. El fin de la guerra fría -que no el de la historia, como esperpénticamente proclamó Francis Fukuyama- ha propiciado no sólo la modificación de las prioridades, sino también la de los objetivos de la política exterior norteamericana. Se ha pasado del enfrentamiento con el comunismo -para el que había que procurarse aliados (o satélites, igual que los tenía la Unión Soviética)- a la lucha internacional contra la droga, el encauzamiento de la emigración ilegal, la preservación del medio ambiente y el control de natalidad. Entre otros. Sin olvidar los tradicionales, la expansión del comercio y de las inversiones propias en el exterior. Todo ello en un marco general en el que se pretende promover la democracia y los derechos humanos.

Para cooperar en la consecución de estos fines, los americanos todos, del norte, centro y sur, tienen el terreno relativamente abonado. No en balde, y por primera vez en una generación, Centroaérica está en paz. Cuando en 1988 el anterior presidente norteamericano Bush visitó la zona, Guatemala, El Salvador y Nicaragua padecían la guerra civil. Clinton afirma que 1997 será el año de América Latina. Empero, para poder sostener que los años inmediatos serán de bonanza tanto para ella como para las relaciones entre ella y Washington, es importante la conjunción de varios factores. De cara a atenuar las enormes diferencias entre ricos y pobres aún existentes, América Latina debe crecer en torno a un 7% anual, necesario para crear empleo. Debe, además, implantar políticas sociales que mejoren considerablemente los sistemas sanitario y educativo, primando no tanto la enseñanza universitaria como la primaria y secundaria. El desarrollo del sureste asiático se ha beneficiado de una concepción tal. Y finalmente, Estados Unidos debe cumplir las promesas efectuadas en Miami en 1994, con ocasión de la cumbre de las Américas. Hasta ahora no se ha avanzado mucho en el proyecto de construir en el 2005 el área de libre comercio de las Américas que, entre otras cosas, facilitaría la entrada en el norte de los productos del sur.

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