El trono destripado
El palacio del cuartel Tshatshi no es de los más bellos. Pero hoy es un amasijo de alfombras arrancadas, cristales rotos y tronos blancos destripados. La última residencia de Mobutu Sese Seko en Kinshasa ha sido saqueada por los mismos soldados que le dieron protección durante tres décadas. "No es pillaje, es sólo recuperación", dice un sargento mayor, músico, de la DSP que vaga por los alrededores tras entregar su arma a los rebeldes. El salón, enmoquetado en marrón, el mismo que pisó hace tan sólo unos días el enviado especial de Clinton, Bill Richardson, es hoy un nido de pañales tirados por el suelo, sofás desplumados, plantas arrancadas de cuajo y lanzadas al suelo con ira, libros caídos, fotos del dictador con algunos Papas y jefes de Estado... Tras el ventanal, se observa el jardín de los pavos reales y el caudal del río Congo, el que cruzaron con estrépito cientos de mobutistas.En el segundo piso, cinco habitaciones, un segundo salón, la sala de juegos, el despachito de su mujer y la cocina. El baño de Mobutu está presidido por un gigantesco jacuzzi cubierto de una película que imita torpemente al cobre. Todo parecía víctima de un gran terremoto. Decenas de frascos abiertos y cajas de medicinas sin estrenar o ya devoradas por la enfermedad y los nervios, desperdigadas entre cientos de tampones y rollos de papel higiénico de senrollados. La cama presidencial, ovalada, yacía desnuda, sin colchón, mancillada por un tropel de botas. Los armarios, alicatados de espejos, habían sido arrasados por la rapiña.
En otra de las habitaciones, la de su mujer, entre listones de madera quebrada, grano de café torrefacto y cristales rotos, había también fotos de la familia con el marco deformado por las patadas del odio. Postales, revistas -una abierta por una página presidida por una foto del príncipe de Asturias-, periódicos franceses con la fecha de abril, cartas personales e incluso una tarjeta de Unicef de felicitación de Navidad.
En uno de los libros abandonados en la sala de recepciones, titulado Las grandes familias, de Maurice Druon, se lee una dedicatoria emocionada del autor al general Mobutu. Era abril de 1973. Aún no se había ascendido a mariscal. Llevaba sólo nueve años en el poder.
El saqueo comenzó el sábado a mediodía. No debió de durar mucho.. Los rebeldes, acampados en sus alrededores, vigilaban a grupos sentados en las escaleras de mármol de la entrada principal, antiguos sirvientes del dictador, detenidos por saqueadores. Pero ya no quedaba nada que robar. La residencia del emperador sólo queda en pie como museo vivo de su régimen, un mini-Zaire difunto, con los retretes atascados.
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