El pasado de todos
Cuatro mil pesetas por un solo concierto es mucho dinero. Incluso para la trajeada audiencia que apenas llegó a las 800 personas, poco más o menos. En fin, es San Isidro hasta para los que nunca van a conciertos.Teloneado por una especie de cantautor británico, Mal Pope, salía Art Garfunkel en medio del cálido aplauso general, que era de los que, a pesar de la escasa cantidad, rezumaba cariño. El intérprete se arrancó con tres canciones seguidas de un disco que acaba de terminar, Songs for parents and sons (Canciones para padres e hijos).
Tras presentarse y dar muestras de haber superado un legendario hieratismo escénico, cercano al autismo, Garfunkel propuso una vuelta al pasado musical. Pero al suyo y al de gran parte de las personas que han poseído alguna vez un disco de vinilo, porque seguro que en su colección había uno o varios de Simon & Garfunkel.
Art Garfunkel
Art Garfunkel (voz), Steve Gadd (batería), Kim Bullard y Warren Bernhardt (teclados) y Eric Weissberg (guitarra, banjo, laúd). Sala La Riviera. 4.000 pesetas. Sábado, 17 de mayo.
Delirio
Sonaron en medio del delirio colectivo Scarborough Fair, Cecilia con un tremendo solo de batería a cargo de Steve Gadd, que acabó llevándola a las mismas puertas del heavy- y El cóndor pasa, para detenerse durante unos minutos en lo que ha sido su carrera en solitario -siempre irregular- con All I know y Bright eyes.
De este modo se preparaba un final de traca a cargo de dos de los temas que probablemente hayan marcado más vidas de seguidores de música pop: Mrs. Robinson y Bridge over troubled water. El artista abandonaba el escenario cuando sólo había transcurrido una hora desde el inicio de su actuación. El bis era obligado y llegó con más canciones de los tiempos gloriosos, Homeward bound y el que fue su primer gran éxito, The sounds of silence.
El cantante parecía absolutamente feliz al final de su actuación, aunque se negó a regalar una sola nota más a los enfervorizados espectadores. Ellos también parecían muy satisfechos de lo que habían visto y escuchado. Pero quien no comulga de un modo tan intenso con este estilo y no se deja llevar inevitablemente por la nostalgia también tiene derecho a preguntarse qué mueve a Garfunkel, con sus 55 años, a todo este esfuerzo escénico que siempre le dejará en mal papel con respecto a lo que un día fue. ¿Será que no ha ganado aún suficiente dinero?
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