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Para abrir los ojos

He leído que Penélope Cruz asegura que Alejandro Amenábar es un genio y que, para cerciorarse de ello, no hay nada mejor que mirarle a los ojos. A mí, aplicado el mismo sistema de mirar a los ojos, Penélope también me parece una genia, una genia con ojos antropófagos.Y creo que las dos cosas son verdad, la que dice Penélope y la que digo yo. Pero el sistema que usan, o mejor, lo que les sale a una y a otro, porque no creo que vayan por ahí premeditando semejantes cosas, para ser genios con los ojos es muy distinto.El sistema Amenábar consiste en mirar fijo con los dos ojos, pero torcer uno un poco hacia dentro. Y esto es de gran eficacia para que nadie se sienta seguro de nada. Para que se sepa que nada está en orden. Hitchcock filmó la Summa Theologica de semejante aserto y cualquier genio que sea, tiene que admitir el desorden intrínseco y medular del alma misma como premisa mayor de todo lo humano. Penélope tiene otro tipo de genialidad ocular más franca. Tiene los ojos como toriles. Lo que puede, aunque no sé si debe, restarle metafísica pero añadirle percusión.Amenábar, de mirada firme y torcida, mantiene ahora la tesis de que hay que abrir los ojos. Y yo, que acabo de ser operado de cataratas, estoy de acuerdo con él. Espectador, abre los ojos. Mateo Gil y él han escrito un guión capaz de aguantar las miradas oblícuas, cortantes y penetradoras de amenábares que en el mundo sean y el impacto de las rectilíneas penélopes que se enfrentan a él. Creo que todo el mundo, incluidos los que le esperan con el martillo pilón levantado para darle en el occipucio a poco que se equivoque, van a ver la próxima película de Amenábar sin pestañear.

Pero, por merecidos que sean los adjetivos grandes, también conviene decir que Alejandro, ese genio, es un muchacho de veinticinco años que, bien asesorado por sus padres, acaba de comprarse a plazos un piso humilde al que quiere irse a vivir con sus amigos de siempre. Dirige películas con maestría impropia de su juventud y aborda en ellas asuntos graves que requieren una gran capacidad de análisis y corazón noble. Además es una excelente persona que, hoy por hoy, aún me aguanta algunos sermones. Él sabe que yo lo agradezco.

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