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La familia

Rosa Montero

Resulta muy interesante comprobar por dónde han delatado los peperos su concepción distinta del vivir. 0 sea, por dónde se les ha visto el plumerillo del Orden, del Fundamento Cristiano y de la Familia, todo con muchísimos bemoles y mayúsculas. Es cierto que, en el mundo actual, las fronteras entre las derechas y las izquierdas están cada día más borrosas. Se diría que la diferencia pasa ahora por detentar el poder o por estar fuera; porque, una vez subidos al sillón, todos tienden a abusar, a silenciar al oponente, a manipular y a eternizarse. El poder es así, y para eso se ha inventado la democracia: para ponerle freno a esa bestia peluda.Pero los peperos acaban de demostrar que, a pesar de todo, hay diferencias, lo cual me tranquiliza. El ancestro les sale, cual si les brotara un lobanillo, cada vez que se roza el tema de la moral tradicional. A la hora de no indultar a los médicos abortistas, por ejemplo (una brutalidad); o con la ley de parejas de hecho.

Los peperos se cargaron esta sensata ley, que no hace sino reflejar la realidad, con el argumento de que podría ser una carga económica para el Estado. Pero ahora son ellos mismos los que proponen un carisimo desatino, uniones al tuntún de todos con todos (pero sin hijos adoptivos, por supuesto), con tal de evitar que los amancebados, esos guarros, tengan la misma consideración social que los matrimonios.

Si no asustara un poco, casi enternecería la obsoleta obsesión que los peperos sienten por la familia. Porque, espoleados por el amor al vínculo y a la sagrada llama de la maternidad, incluso llegan a proponer medidas progresistas, como que las embarazadas no puedan ser despedidas o que los viudos puedan casarse sin perder su pensión. Justísimo todo, desde luego, pero, en última instancia, pura promoción de la función materna y de los bodorrios.

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