La embajada nostálgica
España paga las obras para renovar el centro fundado en Moscú por los 'niños de la guerra'
La botella vacía de anís del Mono, el cartel de toros de la plaza de Madrid y los cuadritos dedicados a Dolores Ibárruri, Pasionaria, ya no decoran el Centro Español de Moscú, el club de los niños que emigraron a la URSS a conse cuencia de la guerra civil de 1936-1939. Estos días, el Centro Español está acabando un euroremont, como se llama en Rusia a las obras hechas según los cánones internacionales claramente diferenciados de las renovaciones-chapuza de la época soviética. Las obras comenzaron hace más de un año y son financiadas por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España. Sin este apoyo, los niños, de la guerra hubieran sucumbido a los apetitos especulativos que ha despertado su local, situado en la zona comercial más importante (y más cara) de Moscú y a pocos minutos a pie del Kremlin. En la década de los cuarenta, los niños llegaron a ser unos 5.000. A partir de 1957 fueron marchándose, y hoy quedan cerca de 420 españoles de origen y unos 1.600 más entre cónyuges e hijos, muchos de los cuales tienen el pasaporte español. Las cifras corresponden a Rusia, y el resto, de repúblicas ex soviéticas, con excepción de Ucrania, donde hay 110 personas más. El registro del centro constata año a año la disminución progresiva de la colonia y también la presencia de españoles en lugares remotos como la isla de Sajalín o VIadivostok, en el lejano oriente. También constata casos trágicos, como los de una española ciega que habita en la república asiática de Kirguistán y el de otra que perdió las piernas en un accidente y que vive en Volgograd.El desmoronamiento de la URSS y las transformaciones socioeconómicas de Rusia desde 1991 han afectado al carácter del centro. De ser la sede del Partido Comunista de España y escenario de los conflictos internos en aquella organización, se convirtió después en un espacio lastrado por la nostalgia, donde se iba a tomar un café, jugar al ajedrez o al dominó. Los niños que llegaron con vida al poscomunismo han tenido que adaptarse. Jesús Herranz, con 72 años cumplidos, ha hecho de guía turístico para nuevos rusos en Alicante, y Amparo García murió en un accidente de helicóptero en España en 1995, cuando se ganaba algún dinero como intérprete de una brigada rusa contra incendios contratada para la temporada veraniega.
"En esta sala se puede organizar cualquier cosa. Desde la presentación de una empresa española a un concierto", dice Alfonso Saavedra, mostrando con orgullo el salón de actos recién renovado, con capacidad para 200 personas. Dentro de poco, asegura, habrá nuevas sillas, llegará la cafetera exprés y también la antena parabólica para ver la televisión española. Las obras han dado alegría y luminosidad al local, y parecen haber disuelto los fantasmas de su historia. En una esquina, a punto para su traslado a archivos españoles, están las últimas cajas y carpetas del archivo del centro. Los documentos sórdidos del pequeño mundo estalinista que se reprodujo en la emigración española fueron destruidos hace tiempo. Una operación de limpieza concienzuda borró entonces los nombres de los niños chivatos y acusicas.
El centro dependía en el pasado de la Cruz Roja soviética, que, al iniciarse la perestroika, cercenó una parte del local, reduciéndolo a los 310 metros cuadrados actuales. La mengua de espacio hubiera continuado en el poscomunismo de no intervenir la Embajada española, que propició una entrevista de los niños con el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. Ahora, el Centro Español depende directamente del Ayuntamiento de la capital, que lo ha arrendado por 25 anos y acaba de subir el alquiler a 6,5 millones de rublos (unas 174.00.0 pesetas) al mes. Sin ayuda, los niños, cuyas pensiones oscilan en torno a los 300.000 rublos, no podrían pagar esta suma.
Alfonso Saavedra y Jesús Herranz, este último responsable de la secretaria del centro, son conscientes de que la continuidad del sentimiento de identidad español entre sus descendientes dependerá de que el centro desempeñe un papel en la vida cultural, social y empresarial de España en Rusia. En él se imparten clases gratuitas de español y se organizan fiestas para la juventud. A los reyes de España, que ayer llegaron a Moscú, los niños les verán en el vecino y lujoso hotel Metropol. La próxima vez, "cuando la escalera esté presentable", querrían recibirlos en el Centro Español.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Densidad población
- Españoles extranjero
- Diplomacia
- Embajada española
- URSS
- Niños
- Guerra civil española
- Población
- Embajadas
- Bloques políticos
- Franquismo
- Rusia
- Bloques internacionales
- Relaciones internacionales
- Europa este
- Infancia
- Víctimas guerra
- Política exterior
- Migración
- Historia contemporánea
- Demografía
- Historia
- Conflictos
- Europa
- España