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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gestionar el éxito

LA RESPONSABILIDAD de Tony Blair para no defraudar las esperanzas que los electores británicos han puesto en él es proporcional a la amplitud de su victoria. También esperan esa responsabilidad por parte del nuevo premier los socios europeos del Reino Unido. Tendrá ocasión inmediata de dar pruebas de ella el 23 de mayo en Noordwijk, cuando se reúna un Consejo Europeo extraordinario, principalmente para escuchar sus puntos de vista sobre la construcción europea.Blair entró ayer al 10 de Downing Street con un enorme capital político: más escaños y una mayor proporción de votos que nunca obtuvo el thatcherismo.

Éste, con la dama de hierro, no llegó nunca al 44% (lo rozó en 1979) ni a 400 escaños (se acercó en 1983), frente al 45% y los 419 escaños que ha obtenido el nuevo laborismo. Han ganado en su feudo tradicional de Escocia, donde los conservadores, opuestos a las ofertas laboristas de autonomía regional, no han logrado -como en Gales- un sólo escaño, y donde los nacionalistas escoceses han doblado su representación. A destacar que los liberales-demócratas, con un programa típicamente socialdemócrata, han reducido su voto, pero aumentado sus escaños, hasta llegar a 46, y se refuerzan como tercer partido de los Comunes.

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Con su capital político, Blair tiene una oportunidad de oro para encarrilar de nuevo el proceso de paz en Irlanda del Norte. Pero la victoria de los dos máximos dirigentes del Sinn Fein, el brazo político del IRA, habrá dado nuevas alas a los radicales, si bien demuestra también que la paz no será posible sin el concurso de estos últimos.

Las primeras decisiones del nuevo primer ministro no se han hecho esperar. Como si de un plumazo se hubiera olvidado que los laboristas han estado alejados del poder durante 18 años, ya han sido nombrados los principales miembros del Gabinete, Robin Cook, el nuevo jefe de la diplomacia, no es, ni de lejos, uno de los más fervientes europeístas de entre todos los aspirantes al cargo. Blair representa una nueva generación política. Una generación para la cual el Imperio Británico es una realidad aprendida en los libros de historia: y Europa una realidad vivida. Blair y Cook coincidieron ayer en su deseo de que el Reino Unido se convierta en un jugador de punta en los asuntos europeos.

El Reino Unido ha perdido ya en esta segunda mitad del siglo XX suficientes trenes en la integración europea como para dejar pasar uno de los más importantes, el de la moneda única, sin subirse a él. Blair y Cook, sin embargo, querrán ser cautos en este terreno para evitar divisiones en el país y en su propio partido: han sido muchas sus promesas de unidad.

Desde la oposición, muchos de estos nuevos laboristas se mostraron proclives hacia España. Habrá que ver como- se traduce esta predisposición en el ejercicio del gobierno, especialmente en lo que se refiere al problema colonial de Gibraltar. Ahora sí -y no como ha ocurrido en los últimos tiempos del Gobierno conservador - puede llegar el momento oportuno para que España presente, con toda cautela, ideas innovadoras para recuperar, aunque sea a largo plazo, la soberanía del Peñón.

La brutal derrota de los tories indica que los electores no querían sólo una continuidad con otras caras, sino un cambio. Blair, el primer político europeo posmoderno que llega al poder prometiendo superar las divisiones entre la izquierda y la derecha, tendrá que tomar de inmediato lo que ha calificado de "medidas prácticas" en defensa de "causas nobles". Dadas las imprecisiones de su programa, habrá que esperar a la acción de Gobierno. Gordon Brown, el nuevo canciller del Exchequer (ministro de Hacienda), ha prometido un nuevo presupuesto en dos meses que incluya ya los innovadores programas anunciados para sacar a gente del desempleo, para buscarles un puesto de trabajo. La izquierda europea estará muy atenta a la experiencia que comenzó ayer en Londres. Pero también la derecha.

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