El Atlético se tranquiliza
Los rojiblancos ponen pie y medio en Europa tras derrotar con sufrimiento al Valladolid
El Atlético, salvo catástrofe, estará en Europa. Le costó apropiarse de los puntos, mucho más de lo que insinúa el resultado, pero su victoria fue merecida. El Valladolid, en cualquier caso, cayó de pie, con la grandeza de los equipos que creen en lo que hacen y que nunca agachan la cabeza por mucho que lo aconseje el postín del adversario o del escenario. El partido se fue viniendo arriba con el paso de los minutos y terminó siendo magnífico, con viajes de ida y vuelta, incertidumbre y mucho sabor a fútbol. El Valladolid obliga a sesiones muy profesionales, de esas que cuesta digerir desde la grada. Juega unido, ordenado y sincronizado, en un dibujo sumamente atractivo para los fanáticos de las tácticas. Tiene ahora, además, el plus anímico de los buenos resultados y la ambición del que quiere alcanzar metas importantes. La suma de todos estos valores le convierte en un equipo peligroso. Vulnerable, sí, pero de los que recomiendan no perder de vista el partido ni durante un segundo. Concentración lo llaman.La ventaja del Atlético, pese a su depresión, es que conoce sobradamente las virtudes de este rival. Por eso, aun en contra de su fórmula predilecta, la velocidad y el ritmo enloquecido, siempre combate al Valladolid por la vía pausada. Calma y mucho toque, calma y mucho toque. Y la explosividad, de repente y sólo en los metros finales. Así se deshizo con contundencia de los de Cantatore en la primera vuelta, y así lo intentó de nuevo ayer.
El perfil del partido no pronosticaba la lluvia de ocasiones. No fue extraño así que el primer remate de riesgo llegara a los l9 minutos. Fue un lance fiel al guión establecido: una jugada larga, cargada de toques, y un desmarque repentino. Caminero vio el movimiento de Kiko, le envió la pelota con precisión y el cabezazo del jerezano lo atajó César. El primer gol, en cambio, llegó por otro camino: un robo de balón de Aguilera, un disparo facilón de Kilco, un error del portero, y un tipo, Aguilera, vivo en el rechace. Iban 21 minutos, no demasiados para los que suele necesitar un trabajo de paciencia como en el que se aplicó el Atlético.
El 1-0 proporcionó al Atlético el elemento que más necesita en estos tiempos: tranquilidad.
Y le facilitó sus pretensiones de acaparar el balón y de situar el escenario de juego lo más cerca posible de la portería rival. Cuando se posee un futbolista de la dimensión de Kiko, el simple matiz geográfico de vivir en el territorio enemigo ya es una gran ventaja. Si además Caminero hace por entrar en sociedad con el jerezano, los beneficios se multiplican. Habría bastado con eso en otra época. Pero el Valladolid no está ahora en el grupo de equipos que baja los brazos en el campo de un grande al primer gol en contra. Y el Atlético tampoco está a día de hoy para dárselas de equipo grande.
La cuestión tuvo efectos extraordinarios en términos futbolísticos sobre la segunda parte. Con el Atlético a la caza de la sentencia y el Valladolid a la del empate. Con el grupo local empeñado en dormir el partido y el visitante en dispararlo. Se abrió la veda de las ocasiones. El Valladolid disfrutó de tres muy claras: un cabezazo de Soto, otro de Fernando y una vaselina de Benjamín -fabuloso este, chaval, por cierto- que López despejó sobre la línea de gol. El Atlético también tuvo las suyas, especialmente un remate de Juan Carlos que se empotró en el larguero.
A última hora, cuando al partido sólo le quedaban cinco minutos de vida, llegó la explosión de goles. Caminero y Aguilera, en dos minutos, sentenciaron. Y poco después, Quevedo salvó el honor de los suyos. Los tres puntos se quedaron en el Manzanares. Unos puntos costosos que le aseguran prácticamente al Atlético su presencia en Europa.
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