Victoria de la Real tras nueve jornadas sin ganar
Los donostiarras sufrieron un final agónico ante el Oviedo
Lo bueno de los partidos sin dueño es que al menos, cuando no se guían por la calidad, aportan incertidumbre. Ni el Oviedo ni la Real dispusieron de argumentos suficientes para definir el estilo del partido. Los donostiarras apostaron por la velocidad y la pasión mientras su oponente pretendieron controlar el balón bajo el influjo del omnipresente Onopko.
Los fogonazos del partido vinieron por asuntos circunstanciales. Craioveanu disparó a placer y el rebote en un defensa le granjeó un gol después de 17 partidos sin hallar fortuna. El Oviedo también dispuso de un boleto premiado en un penalti sobre Onopko que Oli entregó a las manos de Alberto.
Entre ambos sorteos no ocurrió nada resaltable más allá de placeres individuales como el despliegue táctico y técnico del ruso Onopko, la condición de galeote de Oli y sobre todo una jugada individual de Luis Pérez tan prodigiosa como mal concluida.
El Oviedo de Novo, debutante en el banquillo, cambió su fisonomía estratégica, jugando con cinco defensores. Sólo el gol encajado le alteró su aspecto y le obligó a enviar más arriba a sus laterales. Así recuperó el control del encuentro a cambio de ofertar el juego de contragolpe que siempre buscan los equipos de Irureta. Tras una ocasión desperdiciada de Paulo Bento, el Oviedo arruinó su suerte en el penalti precisamente cuando disponía del partido a su merced. La Real pudo culminar en dos acciones muy mal finalizadas porque el conjunto donostiarra le faltan en igual medida un constructor de juego y un rematador.
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