El Barça despacha al Athletc
Los azulgrana resuelven con goles de Abelardo y Ronaldo un partido
La pegada levantó otro día al Barça. El gol es como una aspirina que no abandona al equipo ni en las tardes que auguran partidos depresivos como el de ayer. Los azulgrana se sobreponen a la adversidad con la misma estrategia: un gol a balón parado y un remate franco de Ronaldo. Y así ha vivido todo el campeonato: a expensas de la frente de sus centrales y de las piernas de su ariete. El problema es que el juego no crece en consonancia con los goles, un asunto que explica el porqué va segundo de la clasificación siendo el pichichi colectivo e individual.Es el Barça un equipo que parece vivir a espaldas de, la realidad. La dura derrota de Valladolid no cambió ni su porte ni su semblante. La caída dejó más secuelas en la hinchada, mucho más afectada y huidiza ayer tarde, que en el equipo. El frío de la cancha no ayudaba para nada a un colectivo muy hecho ya a nadar contracorriente. Los azulgrana cumplieron con profesionalidad y sin sentimentalismos. No hay en su rostro otra expresión que la cara de Ronaldo, y el brasileño es un niño que, como tal, se levanta cada día sin atender a las circunstancias de los demás. Ya no le dolía la cabeza como el sábado y puso el gol número 30 en su casillero. No fue ayer el Barça un equipo más enfermizo que el de otros días.
Tampoco el Athletic evidenció un estado de ánimo especial. El paisaje del Camp Nou le invitaba a darse una carnicería. El grupo dé Luis Fernández, sin embargo, se mostró inofensivo. Tuvo una actitud defensiva elogiable en el entrejuego y dejó al Barça mudo en el ataque continuo. Presionó la salida del cuero en campo azulgrana, ahondó en el mal estar de Guardiola, provocó la desubicación de Iván, no le dio campo a Figo y Ronaldo estuvo generalmente despistado. Igual que tantos otros. No le sirvió de nada. Pecó de inocente. La buena tarima que montaron los zagueros se desplomó en un libre indirecto. Y a partir del gol de Abelardo perdió cualquier encanto.
Le faltó carácter y ambición al Athletic. Le costó salir de su cancha y cuando tuvo posibilidad de armar su fútbol directo no tuvo puntería. Guerrero no acertó en dos mano a mano que tuvo con el marcador a cero. Las suyas fueron ocasiones tan manifiestas como las que desperdició Ronaldo. No hubo más en un primer tiempo plomizo, muy lineal.
Nadie le dio ritmo al balón en el Barca. El fútbol discurrió así sin velocidad, con interrupciones constantes, y sin conexión. Los medios no entraron en juego y los delanteros no se desmarcaron. El choque sólo lo calentó el árbitro. El colegiado erró cada vez que sopló el pito y enfurruñó de mala manera a los azulgrana por anularle un gol a Abelardo y no darle un penalti por mano de Corino, por no hurgar en más jugadas, que las hubo.
El fútbol despertó en el arranque del segundo tiempo. El gol de Abelardo desmontó al Athletic y animó al Barcelona. El partido degeneró en un monólogo azulgrana, salpicado por los cambios, la expulsión de Óscar Vales, y por la jugada del segundo tanto. Giovanni se redimió de una mala tarde y Ronaldo firmó el gol con el beneplácito del portero.
Finiquitada la contienda, uno y otro entrenador comenzaron a remover el banquillo, y el partido quedó a expensas del palco. Hubo más noticias fuera que dentro de la cancha. Núñez combatió el abatimiento de la hinchada por el batacazo de Valladolid con una batería de noticias.
El saldo fin de curso, en cualquier caso, queda más a expensas de la visita el jueves a Florencia que de la dialéctica del presidente. Nada mejor para combatir la agitación y la convulsión azulgrana que atrapar la final de la Recopa y retrasar el alirón del Madrid en la Liga.
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