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Tribuna:LA FUERZA DE UNA LENGUA
Tribuna
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La buena salud del español

Para el autor del artículo, la lengua española atraviesa una coyuntura histórica que le es extremadamente favorable

Emilio Lamo de Espinosa

Nadie valora lo que da por supuesto, sólo lo que se percibe como escaso. Así ocurre, en general, con el patrimonio medioambiental o con el histórico-cultural, dos de los activos en los que España es más rica. Es más, aquello que se puede ver o tocar, como edificios, esculturas o cuadros, llega a ser apreciado. Pero lo que no se ve y toca, y es además de uso diario, parece que nada vale.Hablo, por supuesto, de la lengua, y más en concreto de la española. La orientación instrumental con la que esta civilización observa cuanto ve le hace entender la lengua como un, simple medio de comunicación. Por supuesto que es eso, pero porque mucho antes es la definición misma del universo en el, que se vive. Es, pues, comprensible que vascos, catalanes o gallegos se resistan a perder su lengua, pues con ello perderían también gran parte de su memoria y España gran parte de su riqueza.

La lengua española goza de excelente salud y la actual coyuntura histórica le es extremadamente favorable. Y ello al menos por tres razones. La primera, puramente biológica: con más de 350 millones de hablantes en todo el mundo en una comunidad que tiene aún relativamente altas tasas de crecimiento demográfico no parece que su futuro sea incierto. La segunda razón es más importante: vivimos en una sociedad de la comunicación, de la información o del conocimiento; no es tema que interese precisar ahora. Pero toda información o conocimiento, aunque circule en bits, acaba volcándose en alguna lengua natural, y por ello la explosión de la comunicación potencia las lenguas bien asentadas. Basta comparar la dinámica del español con la del francés para percibir cómo las tendencias nos son favorables. De modo que las llamadas industrias de la lengua son ciertamente parte importantísima de una economía (pos)moderna de los servicios. Finalmente, la propia eclosión de las comunicaciones parece despejar una vieja incógnita, la de la fragmentación de la lengua española. Si desde un domicilio de La Paz -es una experiencia personal reciente- puede verse la tele visión chilena, argentina, española, peruana e incluso algún canal de Miami, no parece que el riesgo sea el que temía Andrés Bello.Pero como saben bien los expertos en marketing, son los momentos de crecimiento los más arriesgados, pues una, pequeña oportunidad perdida puede tener graves consecuencias. Es por ello que desde el Pabellón de España en la Expo de Sevilla, con el entusiasmo de su director y del entonces director del Instituto Cervantes, lanzamos el proyecto de los congresos de lengua española. El número cero se celebró en Sevilla en octubre de 1992, con la asistencia de dos Nobel (Cela y Paz; García Márquez no pudo acudir), pero con la clara previsión de que el I Congreso de Lengua Española debería ser asumido por México. El congreso de Zacatecas desarrolla aquel proyecto y se adentra en el tema sin duda central: la lengua en los medios de comunicación y las industrias de la lengua, reconciliando la calidad de la lengua con la cantidad de la información.

Sin embargo, la buena salud de la lengua peligra en dos ámbitos, en absoluto triviales. El inglés se ha impuesto como lengua científica en todo el mundo. No obstante, el francés y, de modo creciente, el alemán mantienen o incluso recobran protagonismo en este terreno. El Goethe Institut, el British y sus equivalentes francés e italiano tienen presupuestos muy superiores al Cervantes. El español es percibido sólo como una rica lengua literaria, y no es poco. Pero ese tono le otorga a la lengua y a su cultura un carácter rancio muy concordante con la imagen romántica de España. Por supuesto, lo primero es hacer ciencia, no empaquetarla. Pero la presencia pública que tiene la ciencia en español es muy inferior a su valor real. El segundo riesgo deriva de la informática, un inmenso mercado que crece exponencialmente, y lo hace en inglés. Se corre así el riesgo de que el español acabe siendo una -lengua doméstica y familiar, expresiva, mientras que trabajamos en inglés. Probablemente esto debería ser el objeto del segundo congreso y preocupación especial de la Secretaría de Estado de Cultura y no sólo de la de Investigación.

Emilio Lamo de Espinosa es catedrático de Sociología.

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