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La OTAN centra el debate de los partidos ante los comicios búlgaros de hoy

"Desde mis días colegiales no me había sentido tan reñido". Las palabras del primer ministro interino búlgaro, Stefan Sofianski, a su vuelta de Moscú, donde ha arrancado un ventajoso contrato de suministro de gas, intentan ironizar sobre la seria advertencia que el Kremlin acaba de renovar a Bulgaria, uno de sus aliados más dóciles en el pasado, a propósito del decidido empeño de este país por ingresar cuanto antes en la OTAN.

Los socialistas búlgaros, en el poder hasta hace dos meses y según las encuestas destinados a partir de hoy a ser el principal partido opositor, han hecho de su reticencia a la alianza atlántica uno de sus argumentos electorales, junto con el beneplácito de los conservadores a la monarquía y al incremento de los poderes presidenciales.En el cierre de su campaña, en Sofía, el jefe socialista Georgi Parvanov insistió el jueves en la OTAN. Durante sus dos últimos años en el poder, liquidado abruptamente por las manifestaciones callejeras de febrero, los ex comunistas búlgaros han seguido disciplinadamente las instrucciones de Moscú, mostrándose gélidos hacia la ampliación oriental de la Alianza.

Tanto el presidente, Petar Stoyanov, como Sofianski, miembros de la coalición anticomunista Unión de Fuerzas Democráticas (UFD), para la que los sondeos pronostican hoy una abrumadora victoria, han voceado desde febrero la candidatura búlgara a la Alianza. La UFD hace de esta pertenencia uno de los pilares de su política exterior, aunque nadie cree en realidad que Sofía figure entre los llamados a unirse a Hungría, Polonia y la República Checa (y quizá Eslovenia), en la primera tanda de agraciados que ha de proclamarse en julio en Madrid.

"Bulgaria no debe ser considerado como un país destinado a formar parte de la esfera rusa de influencia por razones culturales, históricas y económicas", dice el memorándum aprobado por el Gobierno de transición y que ha desatado esta semana la frontal reprimenda del Kremlin a Sofianski. La doctrina oficial búlgara, además, consideraría un agravio difícil de digerir que la vecina Rumania, con algún valedor de peso en Europa, fuese llamada a incorporarse a la organización militar aliada.

En cualquier caso, si los búlgaros han utilizado la jornada de ayer para reflexionar sobre su voto de hoy, es claro que la controvertida OTAN de su clase política no forma parte de sus preocupaciones. La calle está discretamente a favor de la pertenencia a la Alianza -y abrumadoramente por la lejana pertenencia a la Union Europea- en tanto en cuanto considera que Occidente garantiza mejor que cualquiera otra opción la salida del pozo que a todos sepulta.

Desplome económico

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"Bulgaria ha tocado fondo", asegura Stoyanov. Lo confirman los estudiosos de su desplome, que coinciden en que este país de escasos nueve millones de habitantes sólo puede ir a mejor, porque a peor no parece posible. Su producto interior bruto ha caído un 10% en 1996 y la hiperinflación ha llegado al 4.000% en los últimos 12 meses. El sistema bancario está virtualmente quebrado, y su divisa, el lev, ahora estabilizado en torno a 1.500 unidades por dólar, ha llegado a cotizarse a 3.000, frente a 70 hace poco más de un año.

El sueño de creer que se podía vivir en el capitalismo sin abrazarlo ha tocado a su fin. Muchos antiguos países comunistas de Europa han sufrido desde 1989 tratamientos de choque . en su viaje a la economía de mercado, pero el que les espera a los búlgaros, tras siete años casi perdidos, va a ser contundente.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) accedía esta misma semana a prestar 657 millones de dólares a Sofía para hacer frente a las necesidades más extremas, la importación de trigo y el pago de parte de su astronómica deuda externa, que bordea los 10.000 millones. A cambio, la medicina recetada por el Fondo y otras instituciones crediticias internacionales, que bombearán en Bulgaria más de mil millones de dólares en los próximos meses, tendrá efectos de abrigo: en cuanto lo apruebe el nuevo Parlamento, Bulgaria estará intervenida por un mecanismo de vigilancia que arrebatará la política económica de manos del Gobierno, fijará una paridad del lev y precintará las máquinas de imprimir dinero.

Desde que Sofianski, ex alcalde de Sofía, asumiera en febrero la gestión de la silla eléctrica búlgara, su Gobierno ha multiplicado hasta por cinco los precios de algunos productos o servicios básicos, como la electricidad, el pan, la calefacción o la gasolina. Pero lo peor está por venir, según los expertos. El memorándum pactado con el FMI prevé que la inflación búlgara rozará en 1997 el 800%. Frente a esta magnitud, los aumentos salariales recientes y los que demagógicamente anuncia la Unión de Fuerzas Democráticas en cuanto llegue al poder se quedan en agua de borrajas. El cierre de complejos industriales ruinosos acarreará, además, un aumento vertiginoso del paro, que en términos reales supera ya el 20%.

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