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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Yeltsin se resigna

EL TREN pasaba por Helsinki, y un Yeltsin saludable decidió tomarlo. Quizá porque considera que era la última oportunidad, no ya de oponerse a la amplia ción de la OTAN, sino de gestionar esta expansión en provecho de Rusia. La cumbre en la capital finlandesa entre los presidentes de EE UU y de Rusia servirá, probablemente, para clarificar la situación y avanzar, lo que no es poco. Helsinki trae memorias de otra cumbre en 1990 entre George Bush y Mijaíl Gorbachov. Pero la de ayer fue bien diferente: la de un presidente de un EE UU poderoso, frente a un mandatario no ya de la URSS, sino de una Rusia inmersa en inmensas dificultades y debilitada.En 1990, Moscú tenía muchas cartas en su manga. Yeltsin sabía ayer que, si no llegaba a un acuerdo con Clinton, los planes de Estados Unidos para ampliar la OTAN iban a ir adelante en cualquier caso. Si las armas nucleares soviéticas eran una amenaza siete años atrás, hoy el peligro está en que las autoridades pierdan su control sobre unas cargas atómicas en buena parte vetustas. Todo ello no obsta para acoger con satisfacción el racional intento de que en 1997 las ojivas estratégicas de ambos países se sitúen a un 80% de su máximo nivel durante la guerra fría. Ayer quedó patente que Rusia y Estados Unidos ya no son adversarios ni enemigos, sino, en buena parte, socios. Esto es lo que ha cambiado, quizá, porque ha variado la relación de fuerzas entre ambas naciones.

Yeltsin expresó claramente su oposición a la ampliación de la OTAN, que calificó de "grave error". Lo contrario sí hubiera resultado sorprendente; ningún dirigente ruso va a aceptar de buena gana este proceso. Pero, a la vez, Rusia ha introducido en su bolsillo todo lo que se le ha ofrecido, que no es poco, para mejorar las relaciones con la OTAN: un acuerdo bilateral que firmarán todos los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros; un foro permanente de consultas; un compromiso de no despliegue de armas nucleares en los nuevos territorios que se incorporen al área de la OTAN; y concesiones en materia de control de armas convencionales; consultas -que no veto- y coordinación sobre la ampliación; y una mayor participación en el Grupo de los Siete, aunque quizá no -¿o aún no?- la incorporación plena que buscaba Yeltsin.

Es de esperar que el secretario general de la OTAN, Javier Solana, y el jefe de la diplomacia rusa, Yevgueni Primakov, alcancen este pacto bilateral. antes de la cumbre de la OTAN en julio en Madrid, con el fin de confirmar la reforma interna de la estructura militar aliada y designar a los elegidos para incorporarse a la OTAN. Así se habrá rediseñado una estructura europea de seguridad de la que Rusia no puede quedar al margen.

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Que en el paquete de los cinco acuerdos pergeñados ayer en Helsinki se incluya una mayor cooperación económica entre Estados Unidos y Rusia resulta significativo. Es la máxima urgencia de Rusia si se quiere evitar una gigantesca albanización. Pero los rusos no pueden sólo pedir ayuda al extranjero; también deben aprender a contar con sus propias fuerzas. El hecho de que salga de Rusia diez veces más capital del que entra -un país exportador neto de capitales- significa que los financieros rusos que se han hecho con las riquezas del país prefieren invertir fuera que dentro. Yeltsin tendrá que convencer a los nuevos capitalistas rusos de invertir en su propio país. Es decir, que la confianza existe..

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