Vecinos en la diferencia
Una exposición muestra que la aceptación de la diversidad es motor de desarrollo y freno del racismo
La posibilidad de una ciudad en la que todos sus habitantes fueran exactamente iguales, esos clónicos que ahora se sabe que pueden llegar a ser reales, es una pesadilla. Con esa imagen nos recibe la exposición La ciudad de la diferencia, inaugurada el pasado jueves en el Museo de la Ciudad y organizada por la Fundación Baruch Spinoza para defender la diversidad de los seres humanos como motor principal en el crecimiento y desarrollo de las sociedades y luchar contra la discriminación y la xenofobia."Cada uno de nosotros formamos parte de la ciudad de la diferencia", remarcó José Aguirre, presidente de la fundación. "No hay diferencias mejores o peores, todas son imprescindibles para la evolución de los seres humanos", aseguró, tras explicar que, aunque la muestra está pensada para todas las edades, está especialmente dedicada a los estudiantes "de segundo ciclo de ESO, de 14 a 16 años", para quienes se organizarán visitas guiadas.
La ciudad de la diferencia
Museo de la Ciudad (Príncipe de Vergara, 140; metro Cruz del Rayo). Hasta el 8 de junio. De martes a domingos. Entrada libre.
El recorrido imbuye al visitante en un ambiente en el que los argumentos racistas, desde el más exagerado hasta el más suave, son bombardeados desde paneles de vídeo, montajes fotográficos o juegos. Como el cuestionario que, conectado con una red informática, demuestra a quien lo hace que, aunque se considere parte de una mayoría, también tiene características únicas que le podrían convertir en víctima de la discriminación.
"La defensa de la pluralidad no se debe hacer sólo por criterios éticos, sino porque es necesaria", argumentó a su vez Manuel Delgado, catedrático de Antropología de la Universidad de Barcelona y comisario de la exposición. "La heterogeneidad es la materia prima del progreso de las sociedades, si todos fuéramos clónicos no tendríamos nada que decirnos", continuó.
Delgado también advirtió contra las formas más suaves de racismo, una ideología que calificó de "astuta". "Ha superado el término de raza física y ahora lo ha sustituido por el de diferencias culturales", explicó, "pero es lo mismo, se trata de considerar que un grupo es intrínsecamente culpable, aunque sea una pura invención".
Así lo podrán comprobar aquellos visitantes que, solos o como parte de un grupo, sean invitados a llevar un brazalete amarillo. Entre uno y otro panel, verán pequeños letreros amarillos. "Los brazaletes amarillos se creen superiores porque son distintos", leerán. Pero el tono va subiendo: "Los brazaletes amarillos huelen mal". Casi al final del paseo espera una vía de tren, la reproducción de la que llevó a miles de personas a la muerte en el campo de Matthausen, "estigmatizadas por ser consideradas judías, cuando eso es alg9 que no se puede ver, es inventado", recalcó con vehemencia Delgado. Al final del recorrido, dos personas que llevaban el brazalete amarillo quedaron prácticamente solas en dos asientos amarillos mientras veían un vídeo sobré la intransigencia.
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