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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chirac, el americano.

LA GIRA de Jacques Chirac por América del Sur está cargada de significado incluido un claro mensaje antiestadounidense que trae recuerdos del casi mítico viaje de su mentor, Charles de Gaulle, en 1964. Pero, a diferencia de aquél, el viaje de Chirac carece de connotación tercermundista. Es una amplia visita a una zona económica en auge, en la que Francia había perdido pie y quiere ahora recuperar presencia. De ahí el centenar de empresarios franceses que han acompañado al presidente de la República.Que haya tenido que ser un francés el que presentara con vistosidad la propuesta de una "cumbre euro-iberoamericana" en 1998, para abrir un nuevo proceso de cooperación, indica una clamorosa falta de reflejos y presencia del Gobierno español. Más aún cuando éste es el autor de la idea, presentada por Aznar en noviembre pasado en la Cumbre Iberoamericana de Chile, en una iniciativa que la UE ha hecho suya recientemente.

Aunque Chirac haya robado el protagonismo con una propuesta aún sumamente imprecisa, la idea es buena y su ejecución puede favorecer los intereses españoles. A España le interesa que los europeos se movilicen por América Latina, y en particular por esa agrupación en auge que es Merco-Sur, de la que la Unión Europea es el principal socio comercial y de ayuda. Cabe recordar, además, que España se ha vuelto mucho más interesante para América Latina desde que es miembro de la Unión Europea, a lo que hay que añadir unas crecientes inversiones cruzadas. Incluso se podría aspirar a que esta primera cumbre se celebrara en territorio español, dado el significado histórico de las conmemoraciones del 98. ¿Socavan las nuevas perspectivas el interés de las cumbres iberoamericanas? No necesariamente, pues España y Portugal no pretenden reemplazar a Europa como interlocutores de América Latina, sino aportar, con la dimensión latinoamericana, un valor añadido, especialmente en el terreno político y cultural.

Ahora bien, para este Chirac americano, su gira es también una manera de plantar cara a Estados Unidos, lo que se está convirtiendo en uno de sus rasgos definitorios, ya sea en Brasil o en Nápoles. Pero en esta última actitud es en lo que el cambiante presidente francés yerra. En la situación actual, cuando el área económica norteamericana de la NAFTA es una realidad en expansión y no en regresión, no tiene sentido plantear un americanismo -el latino- desde un antiamericanismo-Contra Estados Unidos-. No se puede poner a los latinoamericanos ante una elección desgarradora entre Europa y Estados Unidos, ya que está muy claro por quién optarían.

Salvo en algunos temas, como podría ser el de, Cuba, cabe pensar que la línea más acertada sería la de la complementariedad. Se trata de permitir, al desarrollar las relaciones entre Europa y América Latina, que ambos aumenten no sólo los intercambios económicos en provecho mutuo, sino también su respectivo margen de maniobra internacional. Y en el fondo, y frente al gesto de 1964, la propuesta de Chirac es un reconocimiento de que Francia por sí sola no basta ya: necesita el trampolín europeo. La hipotética cumbre es una oportunidad tanto para Europa como para América Latina.

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