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La emoción del silencio

Juana de Austria, hermana del poderoso Felipe II, impulsó en la quinta década del siglo XVI la conversión de una vieja casa de labor, anclada entonces en el extrarradio de Madrid, en monasterio regio. El caserón le fue comprado a Alonso Gutiérrez, ecónomo de Carlos I, el Emperador.Los planos del convento fueron trazados por Juan Bautista de Toledo. Su pórtico, en piedra, fue obra de Antonio Sillero. En su interior sonaron sublimes partituras de fray Tomás Luis de Victoria, príncipe de la música renacentista española.Francisco de Borja, duque de Gandía, luego jesuita, predicó en él y trajo desde tierras de Denia (Alicante) a las primeras moradoras del convento, de la rama franciscana femenina fundada por Clara de Asís.

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Reforma en el monasterio

Los reyes de la Casa de Habsburgo colmaron a las monjas de presentes, en la forma de obras de arte de valor incalculable. Así, bajo oscuros artesonados de maderas y tablazones nobles, de las heladas paredes de piedra: del monasterio de Las Descalzas Reales, en plena plaza madrileña de San Martín, cuelgan lienzos de Tiziano, Brueghel el Viejo, Zurbarán, Claudio Coello o Carreño de Miranda, tapices cuyos cartones fueron dibujados con marcados trazos por Pedro Pablo Rubens y Jan de Raes. Sus altares izan estatuas esculpidas por orfebres como Pompeo Leoni, y sus hornacinas guarecen tallas labradas por manos sabias como las de Gaspar Becerra o Luisa Roldán, La Roldana. Sus techados y retablos exhiben frescos y medallones de Francisco de Rizzi o del Mantuano. Desde 1556 a 1699, el convento fue dotado con excelsas obras de arte, que presentan, por su riqueza, problemas para su catalogación.

Pero además de todos estos tesoros, el monasterio de Las Descalzas Reales expresa con lealtad extrema la mezcIa casi oriental de austeridad y refinamiento que troqueló la imagen de la que la dinastía de los Austrias, señaladamente Felipe II, quiso dotarse.

Un recorrido por el interior del monasterio -donde nunca sobra un jersey de buena lana- muestra la prodigiosa riqueza que alberga. Una densa secuencia de estilos decora las dependencias, cuyas ventanas se encuentran selladas por celosías. La magnificencia apenas permite recordar que tras del enrejado de madera, sólo unos metros más allá, una comunidad. de mujeres proclama vivir una vida de oración y de renuncia a casi todo. Un estanque de agua de metro y medio de profundidad brinda el milagro de una huerta en el corazón mismo de Madrid, rodeada de naranjos, membrillos e higueras.

El silencio del monasterio de Las Descalzas Reales acaricia los corazones con una emoción distinta.

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Descalzas Reales. De martes a jueves y los sábados, de 10.30 a 12.30 y de 16.00 a 17.30. Viernes de 10.30 a 12.30. Festivos de 11.00 a 13.30. Entrada, 650 pesetas. Miércoles gratis.

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