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Reportaje:

La cultura del dinero impone sus reglas a las revistas literarias

Un centenar de publicaciones de pensamiento, arte y música sobreviven pese a las dificultades económicas

Amelia Castilla

Los editores de revistas culturales se sienten como piragüistas navegando en un mar de transatlánticos. En esa situación aguantó los últimos 11 años El Urogallo, hasta que en enero pasado se planteó la necesidad de renovarse o morir. Su último número incluía un inédito de Machado, pero eso no bastó para mantenerla en el quiosco. El Europeo le precedió en la caída. Un centenar de publicaciones, editadas en diferentes ciudades españolas, relacionadas con el pensamiento, el arte, la literatura, la arquitectura y la música sobreviven a duras penas. Todos sus problemas están vinculados a la economía. "La casa de la ficción tiene un millón de ventanas". El director general del Libro, Fernando Rodríguez Lafuente, recurre a la cita de Henry James antes de aclarar que las denominadas revistas cultas representan la reflexión "de más hondo calado, lo más vivo, la presencia del pulso cultural español. Desde su llegada al cargo, Rodríguez La fuente, que fue colaborador de Insula y de Revista de Occidente, tuvo claro que había que mantener las ayudas económicas: "Es un dinero de los ciudadanos que vuelve a los ciudadanos", dice al referirse a los 150 millones de pesetas que la Administración invierte en la compra de suscripciones de algunas de estas publicaciones que posteriormente se destinan a bibliotecas públicas o a los Institutos Cervantes.Las suscripciones oscilan entre los 100 y los 800 números y suponen cantidades tan variables como 100.000 pesetas o cinco millones de pesetas. La mayor parte de estas publicaciones -"Unas 72", según Paloma Valenciano, portavoz de la Asociación de Revistas Culturales de España ,(ARCE)- son editadas por fundaciones, editores independientes o asociaciones culturales y su periodicidad es variable. ARCE ejecuta aquellos proyectos que, las revistas no pueden asumir a escala individual, como la representación ante las instituciones, la presencia en ferias y la edición de un catálogo colectivo.

Basilio Baltasar, director de Bitzoc, califica su aventura editorial como navegar en piragua en un mar de transatlánticos. En esa situación lleva 10 años. Lo aguanta porque está convencido de que la creatividad cultural necesita forzosamente que existan estos soportes. "La existencia de estas revistas traduce una vitalidad que no puede ser absorbida ni por los medios de comunicación clásicos ni por las editoriales", dice. La solución para el director de Bitzoc es la recuperación de la capacidad para leer la letra pequeña. "El titular y el telediario han marginado el hábito central de la cultura que es la lectura. Esa idea tan estúpida de que sólo es valioso lo que ha refrendado la mayoría nos conduce al abismo". Para Bitzoc, que vende 2.000 ejemplares de su revista-libro, la fórmula de la subsistencia tiene que ver con su alianza con la editorial Destino.

Ínsula, la decana en este mercado, ha recurrido también a una fusión con Espasa Calpe para mantenerse en el mercado. Otro gancho posible para sobrevivir en este ingrato mercado es la pertenencia a un grupo multimedia. Magdalena Mora, subdirectora de Revista de Occidente, lo tiene claro: "José Ortega ya creó su propio periódico, su revista Y su grupo editorial, por esa necesidad de autoapoyo que puede hacerte un poco más sólido". Pero no es bastante. Mora, que piensa que el terreno de las revistas es totalmente ajeno a la cultura espectáculo, considera crucial la publicación de inéditos o de temas monográficos.

Para Borja Casani, director de El Europeo, la crisis se produce más por exceso de publicaciones que, por falta de venta. Para este pionero de la contracultura -fue director de La Luna y Sur Expres-, la lucha por las ventas es una batalla perdida: "En general, las revistas culturales no tienen cabida en el quiosco porque se trata de un mercado muy dinámico y estas publicaciones tendrían que aguantar en los estantes. más de dos meses. El mundo del pensamiento y de la creación es por naturaleza lento y no podemos competir con las otras publicaciones". El Europeo ha decidido modificar su estrategia potenciando la creación directa a través de la edición de libros y discos compactos.

María Antonia García, subdirectora de Cuadernos de Jazz, añade que la distribución es otro de los problemas a los que se enfrentan. Uno de sus secretos para aguantar seis años en el mercado vendiendo 5.000 ejemplares cada dos meses consiste en compaginar el esfuerzo personal con plantillas mínimas y la venta de discos compactos. No es partidaria de las subvenciones a fondo perdido, pero considera imprescindibles "las ayudas actuales".

Cumplir 15 años ofreciendo arte contemporáneo no parece tarea fácil, sobre todo si, como en el caso de Lápiz -tiene periodicidad mensual y se vende a 1.000. pesetas-, el sostén de la publicación es el lector. Las 600 suscripciones institucionales suponen una ayuda y por ella, José Alberto López, el director, no quiere cargar con el sambenito de estar sostenidos por el Estado. Su línea editorial trata de hablar de lo más nuevo huyendo de los localismos. Un 18% de su público lo componen gente dedicada total o parcialmente al tema artístico.

Las publicaciones históricas tienen una renovada actualidad. Un estudio de los antecedentes de unas 200 revistas de arte figura en el catálogo de la exposición Arte Moderno y revistas españolas 1898-1936, comisariada por Eugenio Carmona, que se montó en el Museo Nacional Reina Sofía y que actualmente se presenta en el museo de Bellas Artes de Bilbao. Otro museo, el CAAM, de Las Palmas de Gran Canaria, expone hasta el 20 de abril Gaceta de Arte y su época, 1932-1936, una revisión del proyecto intelectual y de vanguardia de Eduardo Westerdahl.

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