Difícil de entender
No suele ser normal, ni siquiera en tiempos como estos en que las estrellas controlan mucho más su carrera artística, que el elenco de un filme lo encabece una mujer. Para ello, las pocas que lo han logrado, como Jodie Foster, Demi Moore o Barbra Streissand, han tenido que recurrir a la vía reglamentaria desde siempre en Hollywood: haciéndose productoras de sus propias películas. Es también el caso de Michelle Pfeiffer, actriz dúctil y espléndida.Un día inolvidable, no obstante, confirma una línea de preocupante debilidad tras su anterior resbalón en un filme sencillamente tonto, Mentes peligrosas, hecho a la medida de una glorificación estelar que francamente no necesita. Concebida desde la actualización de uno de los más ricos filones de la historia de la comedia, los filmes de guerra de sexos, Un día... narra las peripecias de un padre separado, una madre separada y los separados niños de ambos, compañeros de colegio.
Un día inolvidable
A fine day. Dirección: Michael Hoffman. Guión: Terrel Seltzer y Ellen Simon. Fotografia: Oliver Stapleton. Música: James Newton Howard. Producción: Kate Guinzburg y Michelle Pfeiffer. EE UU, 1996. Intérpretes: Michelle Pfeiffer, George Clooney, Mae Whitman. Estreno en Madrid: Lido, Canciller, Plaza Aluche, Callao, Liceo, Roxy A, Vergara Excelsior, Vaguada y Conde Duque (Santa Engracia).
Contada con solvencia por un director irregular, Michael Hoffman (en su haber títulos como el estimulante Escándalo en el plató y el fallido, aunque espectacular Restauración), que sabe sacarv buen partido tanto del talento innato de Pfeiffer como del televisivo George Clooney (Urgencias), pero que poco puede hacer con un guión lleno de baches conceptuales, trampas cronológicas mal urdidas y situaciones ridículas, lo más preocupante de la película no es, empero, su inanidad como comedia, sino el punto de vista que hace asumir a sus personajes.
Confeso intento de emular al arquetipo que encarnó en este tipo de comedias la gran Katharine Hepburn, el personaje de Pfeiffer, una profesional que trabaja e intenta sacar adelante a su familia, monoparental, oscila, como por otra parte también el de Hepburn, conviene recordarlo aunque fueran otros tiempos, entre el destemple y la rendida caída en brazos del hombre. Si por eso entiende Pfeiffer, que es quien puso los dineros, resituar los arquetipos femeninos en el cine de consumo, allá ella. Se me ocurre que el filme, aunque se disfrace de otra cosa, es sólo un eslabón más en la larga, interminable cadena de la representación patriarcal de los arquetipos femeninos.
Babelia
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