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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El liderazgo de Kohl

EL MAYOR problema para la moneda única europea no se llama ahora Italia, sino Alemania, el país central sin el cual el proyecto carecería de sentido. Pues Alemania está atravesando graves dificultades económicas, sociales y políticas que empañan este objetivo. El liderazgo de Kohl -el dirigente europeo más comprometido con el proyecto europeo- está siendo cuestionado, sin que haya surgido, sin embargo, una clara alternativa. En esta tesitura no cabe excluir, sino esperar, que, una vez más, el país más poblado y de mayor peso económico de la Unión Europea recupere su buena forma. El propio Kohl puede acabar haciendo lo que el barón de Munchhausen: tirarse de sus propios cabellos hacia arriba para salir del hoyo. No sería una novedad. Y de paso, contribuiría a sacar a Europa de su propio agujero.El aumento del paro en más de medio millón de personas en un solo mes ha sido una pésima sorpresa para unos alemanes que aún están digiriendo la unificación de las otrora dos Alemanias. El paro afecta ya a casi 4,7 millones de personas, o 12,2% de la población activa, niveles desconocidos desde 1933, cuando Hitler ascendió al poder. Sin embargo, la situación es bien diferente de la de entonces, con un país mucho más rico y con amplias redes de protección social.

Además de a un invierno duro, Alemania no escapa a la tónica general europea, a los efectos de la globalización económica y al propio dinamismo de algun as economías de Europa central y oriental. Pero lo que parece claro es que la expansión económica alemana fuera de sus fronteras está provocando paro dentro de ellas. Baste considerar, por ejemplo, que, en los tres últimos meses del pasado año, Siemens ha eliminado 2.000 puestos de trabajo en Alemania y creado 1.000 fuera de ella. El aumento del paro puede disparar los gastos sociales y, así, hacer descarrilar las previsiones de déficit público, que el Gobierno sitúa en 2,9% para 1997, es decir, a tan sólo una décima del criterio exigido por Maastricht. No es un dato baladí para el país que ha de marcar la pauta.

En esta situación, el liderazgo de Kohl, el canciller que, con 14 años en el cargo, ha batido el récord de permamencia en su país, está siendo cuestionado, por mucho que él insista en demostrar su seguridad en el futuro. Dentro de su partido democristiano se le cuestiona, por vez primera, de forma abierta. Y crece la oposición tanto al objetivo como al calendario de Maastricht. Pero es cierto, por mucho que las encuestas den un empate técnico con los socialdemócratas, que sigue sin tener un rival de su talla política, ni dentro ni fuera de su partido. Lo que no quiere decir que no pueda perder en las próximas elecciones, en el otoño de 1998, si, como ayer dejó traslucir, se decide finalmente por repetir candidatura.

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Kohl ha salido de otras situaciones peores. Y parece dispuesto a luchar, incluso a buscar un amplio consenso nacional para que Alemania salga de esta mala situación. Su objetivo, aparte del histórico de cumplir con Maastricht en materia de déficit a final de año y lanzar de forma definitiva la Unión Monetaria en 1998-1999, es el más inmediato de recortar a la mitad el desempleo para el 2000. Sin duda ambicioso en esta meta, Kohl está planteando algunas reformas radicales. Ha pro puesto una reforma fiscal que supone reducir drástica mente los impuestos sobre la renta del trabajo (14 puntos en el tipo máximo, 11 en el mínimo) y del capital, previsiblemente compensando esta pérdida de siete billones de pesetas para el Estado con una subida de los impuestos al consumo y una reducción del gasto público que comporte una reforma de las pensiones. También propone una gran moderación, o incluso congelación, de los salarios durante varios años para favorecer la creación de empleo. Aunque la experiencia demuestra que entre los alemanes muchas cosas quedan tiradas por el camino de las propuestas a los hechos, Alemania, aparte de reformarse a sí misma, podría estar también marcando pautas de futuro para otros países europeos.

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