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Masiva movilización de los intelectuales franceses contra la ultraderecha y el racismo

Enric González

El ultraderechista Frente Nacional (FN) se ha convertido en protagonista de la actividad política francesa. Su auge ha provocado una derechización de la coalición conservadora en el Gobierno, plasmada en un durísimo proyecto de ley contra los inmigrantes. Cientos de intelectuales se han alzado contra esa ley, invitando a la población a desobedecerla. Unos 200 artistas encabezaron ayer una marcha multitudinaria sobre Tolón, la mayor ciudad de entre las dominadas por el FN, para oponerse al totalitarismo cultural impuesto por el alcalde. "Las libertades están amenazadas" proclamó Gérard Paquet, fundador del Teatro Nacional de Chateauvallon y líder de la resistencia contra el FN en Tolón.

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"Aquí y está pasando algo muy grave"

, El proyecto de ley sobre inmigración, que deberá ser sometido a la votación definitiva el próximo día 25, obliga a todo francés que albergue en su casa a un extranjero a comunicar a las autoridades la llegada y la salida de su huésped. Incumplir esa ley costará hasta 500.000 francos (unos 12,5 millones de pesetas) de multa y cinco años de cárcel. La aplicación de la ley obligará, además, a crear un "fichero de extranjeros", algo que recuerda desagradablemente a la época del régimen filonazi de Vichy.Contra ese proyecto, 59 cineastas lanzaron el martes un manifiesto en el que se llamaba a la desobediencia civil. Ayer se les unieron 155 escritores, historiadores y ensayistas,. entre ellos lo más granado del pensamiento francés actual y muchos autores normalmente ajenos a las declaraciones políticas. Junto a habituales como Bernard-Henry Levy, André Gluscksmann o Regis Debray, había gente muy moderada, como Robert Sabatier. Todos se dijeron "culpables de haber alojado a extranjeros" e invitaron a sus conciudadanos a "desobedecer, para no someterse a leyes inhumanas".

Con la nueva ley contra la inmigración, la coalición gubernamental de liberales, gaullistas y centristas intenta recuperar a una parte de su electorado, seducido por el FN. La ultraderecha no cuenta actualmente con ningún diputado nacional, gracias al sistema mayoritario, pero se da por seguro que en las elecciones de 1998 logrará al menos 30. Frente a los mensajes vacuos y tecnocráticos del Gobierno, y a la inanidad de la oposición socialista, el FN parece haberse quedado en exclusiva con los conceptos fuertes: nación, patria, trabajo, raza, incluso revolución. De hecho, el FN es el único partido que esgrime una auténtica ideología, por perversa que sea, y propone un solución al desempleo, atractiva para muchísimos franceses desesperados: la expulsión de los inmigrantes.

Contradicciones gaullistas

Frente a las declaraciones del presidente, Jacques Chirac, y el primer ministro, Alain Juppé, llamando a la guerra frontal contra el "partido del racismo y la exclusión", las estructuras provinciales de los gaullistas y la militancia reclaman lo contrario: la aproximación y el pacto con la ultraderecha. Dirigentes como Charles Pasqua insisten en que el gaullismo y el FN tienen "muchas cosas en común". Incluso la izquierda tiene miedo: los diputados socialistas (que ayer aplaudieron el manifiesto de los intelectuales) se ausentaron del primer debate sobre las leyes de inmigración para no pronunciarse.La débil posición psicológica del Gobierno quedó ayer reflejada en unas palabras de Eric Raoult, ministro de las Ciudades, quien defendió la futura ley contra la inmigración con la siguiente frase: "Francia es un bote de salvamento con capacidad para 25 personas en el que intentan embarcar 50". Francia, según el revelador lapsus de Raoult, ya no es un transatlántico, sino un bote en pleno naufragio, sin otra ley que el "sálvese quien pueda".

Se calcula que en Francia viven, actualmente, unos seis millones de extranjeros, norteafricanos en su mayoría, cuyos hijos (franceses por derecho de nacimiento) suman unos cinco millones. Se ha superado el 10% de la población total que el ex presidente François Mitterrand fijó como "límite tolerable", pero lo realmente grave es que el estancamiento económico y la crisis de identidad nacional (la cesión de soberanía a la Unión Europea ha roto el modelo de Estado francés) han quebrado la proverbial capacidad integradora de Francia.

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