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Relámpagos

Los oídos bombardeados no distinguen el estruendo del silencio que le sigue, y esto viene a cuento de una infame tormenta cotidiana que, salvo en cerradas trastiendas, nadie ya oye: la muerte canalla de películas españolas -años de estrujamiento de ingenios y bolsillos, que van directamente al basurero del celuloide- a manos de las distribuidoras multinacionales y las incontables salas que dominan. Las estrenan, se lavan la cara con unos duros de mala o nula publicidad y a los pocos días las sustituyen por otras -no hace falta decir que del amo Hollywood, pero sí recordar que con ultrajante frecuencia la sustituta es un ladrillo californiano que roba el sitio a una porcelana europea-, pues lo que se busca con esa farsa de comercialización (en realidad, destrucción) de cine es llenar, simulando estrenar cine europeo, la cuota de éste que les exige la ley.Este abominable trueno es sordo, pero hay veces que el relámpago que lo precede se hace visible, y éste es el caso. Que el filme español Como un relámpago provocase en los premios Goya la única ovación abrumadora de la fiesta; que 2.000 profesionales del cine jaleasen entusiasmados el nombre de su protagonista, Santiago Ramos, cuando fue dicho asociado a la evidencia de que era el mejor intérprete del año por su trabajo en esta bella película, es lo que libró a ésta de la salvaje quema. Como un relámpago se había proyectado ¡siete días! en Madrid y acto seguido fue barrida del mapa, hasta que ese ruidoso reconocimiento sirvió de contundente plataforma publicitaria y fuese cínicamente recuperada. ("¡Tercera semana de éxito!", proclamaba, así, como suena, la propaganda de su reanudación), y en ello sigue.

Me han contado (ójala que no bien y que el filme siga adelante) que, en una ciudad levantina, hace unos días levantaron de la noche a la mañana la película Lejos de África, aunque acudía a verla público más que suficiente para crear el ábaco de habas contadas del boca a oído, única forma de desencadenar el tirón de audiencia por un filme que no nos llega impuesto por la ley del embudo del aplastante chaparrón de glamour publicitario hollywoodense. Crear ese flujo publicitario confidencial del boca a oído requiere sostener hasta el límite el filme en una pantalla, aunque sea en déficit de espectadores, hasta lograr que prenda o que, en la jerga, enganche.Pero en este caso que me dijeron, aunque el enganche parecía logrado o estar a mano, la película se cayó del cartel. La abastecedora y su (a la fuerza) dócil sala adelantaron el estreno de Evita, y tropelía zanjada: la española, al estercolero, donde le queda el consuelo de la compañía de infinidad de compatriotas y le aguarda (si no se ha producido ya) la llegada de sus hermanos Cuerpo en el bosque y Mirada líquida, filmes más que estimables pero que, por ser europeos y pobres, no tienen otro destino que el de la carne (o celuloide) de cañón (o de embudo). Y esto, aunque el sustituto de Hollywood (que hoy reparte el peor -eso sí: disfrazada su inanidad con ropa de lujo- cine del mundo) sea una de las incontables memeces de relleno californiano que tragamos a la fuerza, por aquello de que quien (para entendemos) quiera ver (y somos muchos) una aventura de Indiana Jones o una sombra del vello púbico de Sharon Stone está (es su peaje) obligado a padecer la docena (o algo así) de secuelas de cine basura que escolta a ambas maravillas. Resultado: que las peores películas copan las mejores pantallas de las mejores avenidas en los mejores días del año. Relámpagos de esta mala ralea, si se hace memoria, los hay aquí a manta.

Y el gendarme en jefe de nuestro cine -Cortés, secretario de Cultura-, en nombre de un mercado libérrimo al que esclaviza cuando le conviene, mueve su (es un decir) imaginación para encontrar el medio de dejar a su suerte (es decir: a su muerte) nuestro cine; y que lo que tenga que correr, corra. ¿Adónde? No hay que ser un lince para ver que al nuevo vertedero de nuestro cine que quieren (si les dejamos) excavar españoles de esta estirpe, ya que el de las (culturalmente) genocidas trituradoras norteamericanas rebosa.

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