Muere Carlos Gurméndez, filósofo de la pasión
El autor de 'Tratado de las pasiones' busco crear una antropología de los sentimientos
El filósofo Carlos Gurméndez, tratadista del amor, las pasiones, los sentimientos y la melancolía, falleció ayer en Madrid a los 80 años. Pensador de una vitalidad desbordante, sus obras aúnan la psicología, la filosofía, la poesía y la literatura al servicio de una gran ambición intelectual: una antropología de los sentimientos. A través de títulos como Tratado de las pasiones, Estudios sobre el amor o Crítica de la pasión pura, Gurméndez abrió una vía original en el pensamiento español gracias a su intento de descifrar el cuerpo humano como unidad de sensaciones y materia en movimiento.
, Carlos Gurméndez Vitorica nació el 31 de diciembre de 1916 en Montevideo. Su padre, cónsul general de Uruguay, casado con una española, se trasladó a Madrid cuando contaba ocho años. En Madrid transcurrió su infancia y su juventud y él siempre se consideró madrileño. Cursó el bachillerato en los jesuitas de la Cuesta de Areneros y simultaneó las carreras de Filosofia y Letras y Derecho en la Complutense, completando sus estudios de Filosofia en la Universidad de Berlín.En la Universidad se afilió a la FUE, organización estudiantil de izquierdas que entonces encabezaba Manuel Tuñón de Lara, con el que desde entonces mantuvo una gran amistad. Acabada la contienda, su pasado político le impidió examinarse de Derecho en Madrid. La ayuda de Emilio Gómez Orbaneja, catedrático de Derecho Procesal represaliado, le permitió acabar sus estudios de abogacía.
En 1951 fue obligado a abandonar España y se trasladó a Francia. Durante años no pudo publicar en nuestro país. Sólo Figueroa, el director de Indice, y Cándido, de La Gaceta Literaria, le pedían colaboraciones. En París trabajó como traductor de la Unesco y colaboró con La Licorne, una revista bilingüe editada por Susana Coca y en la que publicaba el grupo de surrealistas encabezado por André Breton, que le dio la posibilidad de conocer a intelectuales como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Gabriel Marcel y Raisa Manta.
En 1954, con cartas de presentación de Paul Éluard y animado por su amigo José Bergamín, de cuya obra era un experto, se traslada a Uruguay como director interino de Cuadernos, la edición española de La Licorne. Son unos años de intensa vida intelectual que junto a su mujer, Emilia, la influencia más fuerte a lo largo de su vida, comparte con Borges, Alberti, Victoria Ocampo y Lorenzo Varela.
Años después regresa a Europa como diplomático de Uruguay. La dictadura militar uruguaya le expulsa de la carrera y vuelve a España en 1973,incorporándose como asesor literario de la editorial Santillana. Al mismo tiempo se vuelca en su producción filosófica, iniciada en 1954 con Teoría del humanismo. Desde entonces ofrece lo mejor de su producción en una serie de libros que se siguen y se entrecruzan. Desde sus reflexiones sobre la alienación, una crítica severa de la sociedad capitalista, a una antropología radical de pasiones y sentimientos que en el fondo incluye una teoría del conocimiento.
Múltiples fuentes
Sin embargo, Gurméndez no coleccionaba las ideas, sino que las amaba. Sus libros, como señala Ignacio Izuzquiza, son un "ejemplo vital de compromiso con la gran tradición europea". Sus fuentes filosóficas -Platón, Descartes, Spinoza, Hegel, Marx, García Bacca...- se ven enriquecidas con numerosas citas venidas de la novela, de la poesía y de la música, alemanas, españolas, francesas, inglesas, rusas, danesas-
Además, emprende una aventura intelectual de gran originalidad. Desde una metodología marxista rigurosa realiza un análisis de los sentimientos y las pasiones -algo que el marxismo sumario siempre tachó de burgués y que él muestra que no tenía por qué ser así- en la que no elude el componente psicoanálitico y que en el fondo es una crítica profunda a la sociedad actual, un auténtico modelo de contrasociedad.
Tras el fin del franquismo, se le concede la nacionalidad española. Miembro fundador del equipo que creó EL PAÍS, trabajó en la sección de Opinión y como crítico literario. Desde entonces, sus numerosas colaboraciones son una muestra brillante del artículo periodístico como género filosófico, de un auténtico periodismo de ideas. Jubilado en 1986, siguió colaborando habitualmente en el periódico.
De su obra, que incluye varias novelas, destacan los libros de ensayo Ser para no ser (Tecnos, Madrid, 1963); El secreto de la alienación (Península, Barcelona, 1967); El tiempo y la dialéctica (Siglo XXI, Madrid, 1971); Teoría de los sentimientos (Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1981); Estudios sobre el amor (Anthropos, Barcelona, 1985); Tratado de las pasiones (Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1985); El secreto de la alienación y la desalienación humana (Anthropos, Barcelona, 1989); Crítica de la pasión pura I (Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1989); La melancolía (Madrid, Espasa Calpe, 1990); Crítica de la pasión pura II (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1993) y Ontología de la pasión (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1996).
Babelia
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