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FERIA DE VALDEMORILLO

Al trote y al bote

, Hubo botes, hubo trotes, cuando convino galopes, y en eso consistió el rejoneo. Llámanlo el arte de Marialva, toreo ecuestre, pero viendo lo que sucedía en Valdemorillo era mucho decir.Siempre se exagera, vale, mas lo de Valdemorillo llegó a plantear problemas de conciencia, porque una cosa es comprender la impericia de unos rejoneadores principiantes, otra aceptar sin ponerse de los nervios que despanzurren los toros a rejonazos.

En ocasiones los despanzurrados pudieron ser los caballos, varios de los cuales sufrieron en sus ancas los topetazos de los toros y uno de los que cabalgaba Miguel García llegó a recibir derrote, voltereta y revolcón.

De todos modos no fue Miguel García el más inhábil. Miguel García, a su primer toro lo rejoneó con aseo, lo mató bien y le dieron una oreja. César de la Fuente hizo quiebros, banderilleó de frente, prendió rosas y toda su actuación por junto se ciñó a la seriedad que demanda el toreo verdadero.

Hernández / Cuatro rejoneadores

Toros despuntados para rejoneo de Félix Hernández, dieron juego.César de la Fuente: pinchazo y rejón descordando (silencio). Miguel García: rejón (oreja). Oscar Rodríguez: dos pinchazos y se tumba el toro (silencio).Raúl Martín: rejón en la paletilla, otro bajo y, pie a tierra, descabello (vuelta). Por colleras: Fuente-García: rejón trasero y cuatro descabellos (silencio). Rodríguez-Martín: rejón descordando (oreja). Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. 3 a corrida de feria. Dos tercios de entrada.

Su fallo consistió en descordar al toro que abría plaza y el público se enfurruñó. Debía de ser por las exigencias que algunos públicos se traen al principio de las corridas pues otro rejoneador descordó igualmente al sexto toro y le dieron la oreja.

No hay como caer en gracia, ya se sabe. La pareja collera de ese sexto toro hizo cuanto sabía para conseguirlo, y Raúl Martín Burgos se dedicaba a poner a su caballo de manos, subirlo al estribo, botar en la silla, jalear al público empuñando las banderillas, pegar sombrerazos. Cuando ya había saludado a toda la plaza, galopó hacia el toro, metió el banderillazo y dejó la banderilla en lo alto de la pura arena.No importó: había precedentes. Antes Oscar Rodríguez Gaona dejó esparcidos por el redondel una docena de artilugios toricidas. Ensayaba quiebros y violines con evidente voluntad de agradar y los resultados no se correspondían con los propósitos: los hierros quedaban parte pendiendo de los cuellos y los costillares bovinos, parte alfombrando el valdemorillano arenal.

Galopadas, trotes y botes, sin embargo, entusiasmaban a la afición. Un rejoneador que bote en la silla pone a los públicos a cien. No confundir el bote de rejoneador con el bote de los picadores carniceros. Uno de éstos cometió su tropelía el día anterior en la propia plaza y de poco mata al toro. La crónica correspondiente (ver EL PAÍS de ayer) decía que votó en la silla y ese voto sería por correo, naturalmente de postas.

Alguien comentó que la algarada caballar perpetrada en Valdemorillo era de juzgado de guardia. Quizá, pero los jueces -Garzón, Gómez de Liaño, Márquez de Prado-, que acudieron el día anterior, en el de autos no estaban presentes. Los jueces no pudieron tomar testimonio del arte de Marialva convertido en el bote, el trote y el escalope.

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