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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El belcantismo romántico de Kraus

Sevilla ha cogido el testigo en el mundo de la ópera. Mientras Barcelona y Madrid continúan su largo calvario en busca de una definición, el Teatro Maestranza consolida un modelo de actuaciones al que responde con fervor el público fiel y entusiasta de la ciudad. En los dos últimos años, Sevilla ha podido ver y escuchar a Alfredo Kraus en dos de sus personajes más simbólicos: Werther y Edgardo de Lucía de Lamermoor. La apuesta es importante en la afirmación de una cultura' del canto y es oportuna en el respaldo a uno de los tenores más rabiosamente personales de nuestra historia cuya edad actual, 69 años, hace que cada una de sus actuaciones sea sencillamente un acontecimiento. Se celebra, además, en 1997, el 200º aniversario del nacimiento de Donizetti, y es justo que España le recuerde.Con el tenor canario es difícil evitar la sensación de lo que se perderá cuando él se retire. Su línea de canto, las medias voces, la elegancia del fraseo, la técnica al servicio del estilo, el valor del registro agudo, continúan siendo asombrosos. Ya no se canta así, con lo que asistir a una ópera donde está Kraus es a la vez una lección de canto y una lección de historia. Su primer Edgardo es de 1959. El último que yo le había escuchado -en el Liceo con Sutherland en 1988- fue tan fabuloso como el de ahora en Sevilla. ¿Qué será de nosotros o del bell canto sin Alfredo? ¿Habrá alguien en este repertorio capaz de despertar la admiración que provoca el aristocrático tenor? Lo dudo. Sevilla, claro, volvió a vibrar y las interminables aclamaciones se vieron complementadas con una explosión de palmas por bulerías. En fin, otro mundo.

Lucía de Lamermoor

De Donizetti. Con A. Kraus y K. CasselIo. Director musical: F. M. Carminati. Director de escena: G. C. Menotti. Orquesta Sinfónica de Sevilla. Teatro Maestranza. Sevilla, 1 de febrero.

En el filo de la navaja

La representación alcanzó un nivel aceptable, aun moviéndose (Kraus, aparte) por el filo de una navaja. K. Cassello, una magnífica Lucía en otros tiempos, ha perdido brillantez y su emisión es dura y a tirones, con falta de agilidad en las coloraturas y, lo que es más grave, sin concentración ni continuidad melódica. La celebérrima escena de la locura fue superficial o, estableciendo un símil taurino, este maravilloso toro se marchó con sus orejas sin cortar, con mucho pico y poca hondura. Las voces bajas (Furlanetto, Fardilha) se movieron con mayor soltura. La orquesta tuvo una prestación irregular, con detalles de clase y con falta de clima en momentos clave.

La producción, procedente de la ópera de Roma, fue adecuada en su realismo con dos cuadros espléndidos (el del jardín y el del cementerio) en su plasmación del ambiente romántico: la noche, la niebla, la naturaleza...

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