Los arquitectos del Teatro Real se declaran la guerra en los últimos toques de la reforma
Valcárcel dice que el proyecto de Partearroyo ha encarecido la obra en 3.000 millones
La polémica continúa en el Teatro Real de Madrid. El arquitecto que dirige la instalación de la maquinaria escénica, Jaime González-Valcárcel, acusa al arquitecto-jefe, Francisco Rodríguez Partearroyo, de "falta de ética" y de haber realizado "un proyecto malo" con unas propuestas "disparatadas e injustificables" que han supuesto unos sobrecostes de 3.000 millones de pesetas. Partearroyo rechaza tajantemente estas acusaciones y defiende la solvencia de su proyecto: "Tenemos un teatro que funciona y puede ponerse en marcha inmediatamente, aunque todavía hay detalles que poner a punto, probar e incluso reconsiderar. No sigamos tirando piedras contra nuestro propio tejado".
Los retoques en el patio de butacas y en la decoración discutidos días atrás por el patronato del Real -propuestas que incluyen la recolocación de las butacas con mala visibilidad y el repintado de la sala- han despertado los viejos fantasmas de un teatro que provoca rencores y pasiones desatadas y cuya reforma ha costado más de 20.000 millones. Partearroyo afirma que la obra ha salido a 290.000 pesetas el metro cuadrado, "cifra evidentemente muy inferior a todos los precios de construcción de los teatros de ópera de Europa".El hecho de haberse atribuido en los medios de comunicación el conjunto de la reforma a Rodríguez Partearroyo ha hecho saltar a la arena a Jaime González-Valcárcel para precisar que en la dirección de la maquinaria escénica "no ha participado en ningún momento Partearroyo". Jaime González-Valcárcel es hijo de José Manuel González-Valcárcel, arquitecto del Real durante tres décadas que falleció a pie de obra en 1992, "habiendo llegado a realizar prácticamente la totalidad de la reforma estructural, obra previa a la ejecución de las instalaciones y acabados, continuándolas sus colaboradores", explica su hijo en referencia a sí mismo y a Miguel Verdú.
Fue en diciembre de 1992 cuando el Ministerio de Cultura decidió la incorporación de Partearroyo, cuya llegada marginó al anterior equipo. Ante el doble frente de ataque actual -por una parte González-Valcárcel y por la otra los cambios que propone el patronato del Real-, Partearroyo se remitió ayer a los resultados: "Desde hace más de un año la obra está técnicamente acabada. Todas las actuaciones realizadas fueron aprobadas previamente y controladas en su desarrollo por la Administración central del Estado en los plazos previstos de su última fase bajo mi dirección y, con fecha de 19 de julio de 1996, fue recibida oficialmente dé conformidad. Sólo falta la decoración final. únicamente quedan por recibir las obras de la maquinaria y caja escénica, en periodo de pruebas, que sigue dirigiendo el señor Valcárcel".
El secretario de Estado de Cultura, Miguel Angel Cortés, señaló. días atrás que una de las cosas "más amables" que se pueden decir sobre la reforma del Real es que ha sido "un cúmulo de despropósitos". Cortés indicó que una de las "muchas cosas que se han hecho mal" en ese teatro ha sido la disposición de las butacas una detrás de otra.
Partearroyo defiende esta colocación, ya que sigue, dice, normas reconocidas internacionalmente. "Se contrapean butacas cuando las filas son rectas y paralelas al escenario y no debe hacerse cuando son filas curvas -caso del Real- o cuando no son paralelas al escenario"'. Partearroyo añade que el problema de la visibilidad prácticamente se anula "al ser escalonada la sala".
Respecto a repintar. la sala -del gris azulado actual a granate oscuro-, el arquitecto advierte que "sería necesario desmontar butacas, colocar andamios y proteger la ornamentación de los palcos".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.