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Reportaje:

Mucha angustia y poco sueño en Lima

Veinticuatro horas en la vida de los secuestrados de la Embajada japonesa

Juan Jesús Aznárez

Vencidos por tan larga espera, definitivamente desquiciados, 26 periodistas brasileños fueron repatriados el sábado en un avión de las Fuerzas Aéreas de su país. Joe Da Silva, reportero del Canal 2 Televisión del Mundo se confesó antes con la agencia Efe: "Todos estamos enfermos, tensos, con un estrés terrible por la situación de los rehenes, y más desesperados por las vueltas que da el helicóptero sobre la residencia. Eso es lo que más nos ha puesto enfermos". Si los tiros de madrugada, los vuelos a baja altura, los despliegues policiales matahombres, las vigilias y incomodidades tumbaron a los brasileños, ¿qué cabe esperar del tormento sufrido por las 72 personas secuestradas desde el 17 de diciembre por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA)?Un portavoz de la Cruz Roja admite que la mayoría sobrelleva el calvario con "angustia" y "tensión", lee, charla mucho con sus compañeros de celda, reflexiona a solas sobre la vida, juega a las cartas o pregunta insistentemente por las negociaciones. La evacuación en camilla del general José Rivas, la madrugada del domingo, demuestra, sin embargo, el agravamiento del cautiverio: la incertidumbre sobre su conclusión y el estancamiento negociador afectan seriamente el ánimo de los rehenes y empeoran las dolencias físicas de algunos.

El general Rivas debió ser hospitalizado de urgencia al padecer una aparatosa hemorragia del tubo digestivo. Otros acusan diabetes, gastritis, insomnio o afecciones coronarias leves. La rutina de los cautivos, al menos la conocida, varía poco. Sin luz eléctrica, se levantan al alba y desayunan entre las 7 y las 7.30 de la mañana: café, pan y mermelada, y sin mantequilla por decisión médica.

Las tres horas comprendidas entre el desayuno y la llegada de los funcionarios de la Cruz Roja se ocupan en la lectura de alguno de los 181 libros disponibles, desde Mario Vargas Llosa a Gabriel García Márquez, a los clásicos o ensayos filosóficos. Quienes saben inglés aprovechan la biblioteca del embajador japonés, Morihisa Aoki. También se organizan partidas de cartas, dominó o mahjon, un juego oriental parecido al ajedrez, o apuestas al bingo. Una vez en la residencia del barrio de San Isidro, los especialistas de la Cruz Roja hablan en privado con quienes así lo quieren, aconsejan, tranquilizan a los ansiosos, y recorren las habitaciones de la sede diplomática para comprobar el buen estado de salud física y mental de sus forzados ocupantes.

Durante semanas recibieron tres mudas de ropa cada 15 días; ahora son 10 semanalmente. Cada rehén tiene dos pares de zapatos, un par de sandalias, dos pares de pantalones y lo necesario para el aseo personal. A las 12.30 se almuerza y a las 18.30 se cena. Alrededor de las diez de la noche todos se acuestan, y los más afortunados pronto concilian el sueño; otros no pegan ojo.

Un intercambio de disparos sin consecuencias se registró a última hora de ayer en los alrededores de la embajada nipona, mientras las fuerzas de seguridad peruanas desfilaban y ensordecían a secuestradores y secuestrados con marchas militares. Uno de los tiros disparados desde el interior dejó huella en un blindado policial.

Los domingos y jueves, ministros, diputados, jueces, generales, policías, empresarios y diplomáticos secuestrados escriben a sus familias, y la Cruz Roja recibe las respuestas. Son comunicaciones siempre por escrito y en español. En el membrete del folio dispuesto al efecto se lee: "Únicamente noticias familiares". Todas las cartas son leídas por la Cruz Roja antes de entregarlas el MRTA; y lo mismo en sentido contrario: todas las misivas de las familias son leídas por la Cruz Roja y la policía.

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"Si a nosotros nos parece que contiene información que puede ser perjudicial para el ánimo del receptor", explica Anderson, "conversamos con la persona que la escribió. Si la persona está de acuerdo, se cambia el mensaje, pero si no está y se trata de algo realmente exagerado, nosotros censuramos la información". Según este portavoz, se ha observado entre los rehenes un inusitado interés por conocer idiomas, principalmente el japonés.

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