Ultima luz de una estrella
Tres vidas y una sola muerte se estrena en España arrastrada por la circunstancia de que es la última película donde Marcello Mastroianni actuó. No va a convocar multitudes, ni lo busca, pero muchos encontrarán en esta curiosa (intensa y no obstante distendida, casi ligera) película rasgos de gran cine y, sobre todo, de cine fuera de norma, lo que no es mal asunto dada la mediocridad (con frecuencia estúpida) de la norma reinante.Es más, lo que busca el filme es un público cinéfilo restringido, y en este sentido tiene la elegancia de no engañar a nadie, pues a los diez minutos de su proyección nos ha proporcionado elementos de orientación suficientes para echarnos de la sala o para dejamos clavados en ella a sabiendas de que estamos ante un juego muy anticonvencional de Raúl (ahora firma Raoul) Ruiz, cineasta chileno afincado desde hace décadas en Francia y director de una docena larga de películas que le han convertido en un islote del cine europeo actual, una especie dificil de encasillar, un rupturista casero, libérrimo y ecléctico, al que le apasiona hacer experimentos formales en la frontera de las tradicionesdel absurdo y del humor del nonsense, que él no considera (como otros) canceladas.
Tres vidas y una sola muerte
Dirección y guión: Raúl Ruiz. Francia, 1996. Intérpretes: Marcello Mastroianni, Anna Galiena, Marisa Paredes, Chiara Mastroianni. Madrid: Rosales, en V. 0. subtitulada.
En Tres vidas y una sola muerte, Ruiz baja el listón en su gusto por el hermetismo y hace una película menos críptica, más porosa e inteligible que las que le han dado fama en algunas tertulias de cinemateca. Quienes busquen (cosa saludable en una producción adocenada) cine incatalogable y contra la corriente, aquí encontrarán camaza de buena estirpe; y si además quieren asistir a las últimas huellas que el gran Mastroianni dejó en el celuloide, mejor que mejor. Ahí están esas poderosas huellas, que son parte de la historia del cine, pues el gran actor italiano, ya con la muerte -se le nota en la mirada, y ésta no es una impresión de ahora, sino de cuando la película se estrenó en Cannes y él vivía- anidada dentro, está magnífico; y magníficamente flanqueado por Anna Galiena, Marisa Paredes y su hija Chiara.
Tal vez fue este último destello de la estrella lo que hizo a Ruiz abrir sus claves poemáticas a una mayor audiencia. El cineasta baja la guardia en su amurallamiento contra lo que se lleva e inunda su relato-poema con un marcado y peculiarísimo humor, que a muchos no les hará gracia, pero que a otros (al menos en esta ocasión) sí nos la hace. En cualquier caso, ese juego de humor está incorporado al juego del reparto de Tres vidas y una sola muerte con gran solvencia y precisión.
Babelia
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